sábado, 16 de agosto de 2025

Yo y Mis Personajes: La Maleta y la Lluvia

 


Un tren rápido avanzaba por el paisaje lluvioso. Dentro, en un vagón de tercera clase, viajaba un estudiante. Venía de Suiza, donde había pasado unos días caros y grises. Se permitía un leve sentimiento de aburrimiento mientras intentaba relajarse. En el compartimento, había un hombre mayor y una dama de unos sesenta años. El estudiante la observó de manera indiferente durante un rato, luego se levantó y caminó por el pasillo. Desde la ventana de los compartimentos, vio a una chica de su universidad, de la que estaba enamorado en secreto. Cuando la vio, no le pareció extraño; era, simplemente, lo más natural del mundo. Con una sensación de haber hecho lo correcto, regresó a su asiento.

Cuando el tren llegó a la ciudad universitaria alrededor de las 9:30 de la noche, el estudiante bajó sin preocuparse por los alrededores. Poco después, la vio de nuevo: ella arrastraba una maleta negra frente a él. Ya no le parecía algo sorprendente, solo una coincidencia más. El recuerdo de los días lluviosos en Suiza se desvaneció.

En la estación, no hizo el esfuerzo de acercarse a ella, como podría haberlo hecho si no fuera tan típico de él. Después de todo, estaba "enamorado", se dijo. No era tan complicado. Y estaba claro que, con la maleta, ella esperaría el tranvía frente a la estación. Y ahí estaba, como había previsto, junto a un par de otros viajeros. Llovía ligeramente. El tranvía llegó, pero no era el que él esperaba. Sin embargo, nada era peor que esperar bajo la lluvia. Ella subió por la puerta delantera, y el conductor se encargó de acomodar su maleta. La figura oscura de la maleta destacaba en la plataforma, casi fantasmagóricamente. El tranvía comenzó a moverse, y el estudiante, con un suspiro, subió a la plataforma delantera.

El tranvía seguía su camino de regreso, y el estudiante caminó bajo la lluvia, empapado por completo, pero sin importarle. El odio se había desvanecido en algo aún más desconcertante: una indiferencia que no podía comprender del todo. La noche seguía su curso, y a cada paso, sentía cómo el eco de sus pensamientos se desvanecía en el viento y la lluvia.

La ciudad universitaria, con sus calles mojadas y brillantes bajo las farolas, parecía ahora tan lejana y ajena. Los pensamientos de la chica, su maleta, la puerta cerrándose tras ella, todo aquello se deslizaba como un mal sueño que no lograba despertar. El estudiante no entendía lo que había sentido ni por qué había seguido a esa mujer con tal furia. Algo dentro de él se había quebrado, no en una explosión de emociones, sino en una calma inquietante.

Cuando llegó a su apartamento, se cambió rápidamente, secó sus zapatos con un trapo y se sentó frente a la ventana, observando cómo la lluvia no cesaba. A través del cristal empañado, la ciudad parecía un lugar fantasmagórico, donde los tranvías pasaban como sombras y las calles reflejaban una luz gris, distante.

No pensó en la chica, ni en la maleta, ni en la puerta cerrándose. Todo eso ahora le parecía insignificante, como si hubiera ocurrido en otro tiempo, en un día que ya no existía.

Tomó su libreta y, sin pensarlo demasiado, comenzó a escribir:

"La lluvia golpea, el tranvía se aleja, una maleta se queda atrás, como un eco de algo que nunca pasó."

Dejó la pluma sobre la mesa, cerró el cuaderno, y se levantó. No tenía sentido seguir pensando en lo que había hecho, ni en lo que no había hecho. La noche aún tenía mucho por ofrecer, y él, como siempre, estaba dispuesto a aceptar lo que viniera, sin más preguntas.

Y, mientras miraba la ciudad desde su ventana, comprendió que, en algún rincón de su mente, la mujer de la maleta ya se había convertido en una historia que no necesitaba un final.

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