Bárbara por fin es dejada por su detestable marido, ese que es tan sexi y millonario como el infierno. Ella está feliz por el acontecimiento, pues muere por salir al mundo y comenzar a vivir a plenitud. Sin embargo, tras firmar el divorcio, Bárbara se embriaga junto a Elliot y terminan en la cama, haciendo que él se obsesione con ella y no quiera dejarla ir.
Pero Bárbara se ha escapado y comienza a disfrutar de su soltería y de sus capacidades, demostrando así que no necesita de un matrimonio con Elliot Campbell para ser importante.
¿Podrá Elliot resignarse a perder a la maravillosa y sensual mujer que por años ignoró?
Las palabras que salen por la boca de mi marido me dejan estupefacta. Llevo tanto tiempo esperándolas que es increíble que las esté escuchando ahora.
—¿Por qué? —mi voz tiembla. Es un rasgo que he aprendido a fingir muy bien para hacerme pasar por una esposa sumisa y que lo ama.
Aarón Robles es lo peor que me pasó en la vida, aunque también lo mejor que le pasó a mi vista. Es tan apuesto que se te olvida respirar cuando estás ante su mirada. Ni mi odio por él me hace inmune ante esos ojos azul oscuro, ante ese rostro perfecto y arrogante, ni ante… Mejor no sigo, solo digamos que es una escultura.
—Porque no te amo, amo a alguien más. Me casaré con ella cuando vuelva de Madrid, ya terminó sus estudios.
Ahí lo tenemos, a su adorada Kristen. Esa mujer es un encanto, he de admitir. Es tierna, bonita y no es falsa, al menos no hasta donde yo sé. No lo juzgo por estar enamorado de ella, lo comprendo, es toda una damita. Yo, en cambio, he tenido que descuidar mi imagen poco a poco para que se canse de mí y me deje. He perdido tres años de mi valiosa vida en un matrimonio que ni siquiera se consumó porque Elliot no me desea y porque yo me he ocultado bajo mi ropa horrible.
—Pero yo te amo. —Las lágrimas brotan de mis ojos. Me merezco un maldito Óscar por esta interpretación.
Papá va a enfurecer cuando sepa que me divorcio. Él me vendió a Aarón con la intención de salvar su compañía, y lo logró, Aarón cumplió con lo prometido. A él le convenía casarse para que los medios dejaran de acosarlo y juzgarlo, y salvar una empresa le parecía una cosa de nada. La compañía está salvada, yo estoy salvada, todos estamos salvados, pero debo llorar para que papá piense que fue culpa de Aarón y para que recompensen a mi familia, cosa que está establecida en el acuerdo prenupcial.
—¿Por qué? Ni siquiera hemos convivido.
—Porque eres hermoso —suelto sin pensar. Él arquea una ceja.
«Eres una idiota, Bárbara, una tremenda idiota», pienso.
—¿Qué?
—Eh… yo…
—Eres tan obtusa. —Niega con la cabeza, divertido.
«No, mi amor, eres tú.»
—Lo siento —susurro, bajando la mirada—. ¿De verdad nos divorciaremos?
—Sí, en pocos días llegará el acta para que la firmemos.
—Mi padre me va a…
—Descuida, ya todo está arreglado. Hablé con él y le ofrecí una cantidad mayor a la establecida por el contrato. Además, tú recibirás apoyo económico.
«Se lo voy a donar a los perritos de la calle, yo no quiero nada de ti, puto infeliz.»
Asiento despacio y se me siguen saliendo lágrimas. Tengo que imaginarme perritos desnutridos para poder hacerlo, y funciona, pues es lo único que me hace llorar de manera genuina.
—Si eso es lo que quieres, está bien —digo suavemente.
—Es lo que los dos necesitamos.
Alzo la vista y lo miro directamente a los ojos. Él pasa saliva y frunce el ceño.
«Sí, en eso sí estamos de acuerdo.»
—Me duele mucho, pero deseo tu felicidad a pesar de todo —murmuro—. Te amo, eres muy hermoso y millonario, como nadie. Es una lástima que ya no esté casada contigo.
Me doy la media vuelta y aprieto los labios para no soltar enormes carcajadas que luchan por salir de mi garganta. ¡Por fin lo conseguí! ¡Por fin conseguí mi puta libertad! Por fin seré feliz, por fin podré manejar mi vida, porque ni loca volveré donde mi padre. Me iré muy lejos, trabajaré y seré exitosa. Elliot solo será un amargo recuerdo.
Cuando entro en mi habitación, doy saltos silenciosos por todo el lugar. No voy a extrañar para nada esta fría y lujosa habitación, una en donde he dormido sola durante estos años. Aarón jamás se ha parado por aquí, y yo nunca me he parado en donde él duerme. No puedo decir que he sido infeliz y cruelmente tratada, simplemente Aarón y yo compartimos dos monosílabos al día, cuatro si hablamos mucho. Hoy hemos hablado más que en todo nuestro matrimonio. Y se preguntarán, ¿por qué no lo buscaste para tener al menos sexo? Fácil: porque no me va a poder olvidar. No es por presumir, pero soy muy buena moviendo las caderas, me gusta gozar y dejarme ir. Todos los chicos con los que he estado quieren repetir, pero pocos son los afortunados que lo consiguen. Sí, en este matrimonio he tenido sexo con otras personas. Ni loca le voy a ser fiel a un témpano de hielo, yo no estoy hecha para eso. He sido muy muy discreta, por supuesto. No existe una cláusula que diga que tengo que serle fiel, pero sé cómo son los hombres y sé cuán orgulloso es Aarón. Que yo me acueste con otros sería una humillación. No quiero que pase por eso. Después de todo, tampoco es un monstruo, incluso tiene la gentileza de decirme buenos días por las mañanas y buenas noches cuando nos vamos a dormir. Sí es un monstruo, solo que ahora me cae bien porque nos vamos a divorciar. Ese maldito es un arrogante, prepotente, se cree un dios bajado a la tierra —y sí, podrá tener el físico, pero el carácter es espantoso—, también es despiadado con sus empleados. El Destructor, lo llaman. Las pocas veces que fui a la empresa me tocó ver cómo trataba mal a su asistente, el cual es hombre para que no se corran rumores de infidelidad. Muchas veces escuché llorando al pobre chico, así que un día le di alegría con mi boca. Desde entonces me adora y dice que se enamoró de mí, aunque no se atreve a confrontar a mi marido. Es una ternurita. yo antes no era así, pero después de dos años casada con el mismísimo diablo...
Dos años antes.
—… Punta Cana sería perfecto, tiene un clima cálido...-
—No me gusta la arena del mar —digo cuando ya todos están de acuerdo, llevo la copa de vino a mis labios.
—¿Por qué no lo dijiste antes, cariño? —pregunta mi prometido con una sonrisa falsa, apretando la mandíbula.
—Cariño —respondo con una sonrisa igual de falsa—, eres mi prometido, ¿no sabes qué me molesta todo lo qué tenga qué ver con polvo? Es arena, arena, se siente —hago una mueca como si un escalofrío me recorriera el cuerpo.
—Lo sé, cariño, lo olvidé —ladea las comisuras de los labios en una sonrisa de; no me dejarás como el malo. Pero obviamente lo es. No solo por el compromiso, sino por todo lo que representa en sí.
—Vas a estar muy orgullosa de mí, mamá —susurro con lágrimas reales a punto de salir de mis ojos.
La extraño muchísimo, ella era mi todo. Me inculcó ese enorme amor que tenía por los animales, me enseñó a respetarlos, a darles cuidados básicos. Ahora que ya no está, quiero seguir su sueño, pero también quiero hacer otras cosas para mí. Es un mundo nuevo en el que me voy a sumergir y me causa algo de miedo, pero estoy lista. Siempre estuve lista.
Aarón y Kristen están en la habitación jadeando y gimiendo a más no poder. Bueno, más bien es ella la que lo está haciendo. El tipo ni se ha molestado en disimular, la trajo directamente a casa desde que llegó de Madrid. No es que me enoje, es su casa, pero es molesto tratar de dormir y que la mujer chille como cabra endemoniada. Me da envidia, llevo una semana sin tener sexo porque me bajó la regla.
—¡Te amo, te amo! ¡Oh!
Ya se vino, o eso es lo que espero. Luego les da por hacer maratones. «Hijos de puta», pienso con los dientes apretados. No estoy ni un poco excitada, no me van los gemidos de mujer, y este tipo ni ruido hace. Qué horrible debe ser hacerlo con alguien en "mute", incluso aunque haga bien su trabajo. Cuando por fin pienso que esa mujer se callará, vuelven a empezar. Yo quiero llorar, patalear. Quiero dormir, verme bien para la firma del divorcio. «No puede ser.» Resignada a no poder dormir en mi habitación, tomo una almohada y una cobija y bajo a la sala para acomodarme en el sofá. Tengo ganas de vengarme de ellos por lo que me están haciendo, pero no sé cómo, no puedo traer a un espécimen delicioso, porque sé que Aarón no permitiría tal cosa, además, no va con mi "personalidad".
Cuando por fin creo que podré descansar, escucho unos pasos bajando por las escaleras. Espero que sea Kristen, ella por lo menos se toma la molestia de tratarme como persona y también se avergüenza de lo que hace con mi marido. Aarón le dijo que yo estoy enterada de su relación, que estoy de acuerdo, y nada más cerca de la realidad, pero lejos de la supuesta realidad.
—¿Qué haces aquí? Escuché que bajaste —dice Elliot.
«Dios, ¿por qué no me quieres un poquito?», pienso mientras suelto un gimoteo.
—¿Estás llorando? —pregunta burlón, y yo me voy incorporando y asiento mientras me envuelvo con mi sábana. Si este tipo me ve en pijama, tal vez me proponga un trío, el cual solo aceptaría si hubiese otro hombre. «Es momento de vengarme, que se sienta mal el muy estúpido.»
—¿Por qué me haces esto? —le pregunto con voz rota—. Ya nos vamos a divorciar, ¿por qué...?
—Porque es mi casa, amo a Kristen y ya no quería esperar.
—Entonces me puedo ir a un hotel.
—No, esta es tu casa hasta mañana —dice sentándose a mi lado, pero alejado.
—Bien.
—¿De verdad me amas? —pregunta incrédulo.
«No, ni un poquito, pero sufre, sufre, sufreeeee.» Dicen que entre más amas, más te mandan al diablo, así que mi papel de mujer sufrida me viene bien.
—Mucho —sollozo—. Me habría gustado que me vieras como mujer.
—Lo siento, no puedo. Los dos acordamos no tener un matrimonio real.
—Pero eres muy guapo y millonario. —Sorbo por la nariz.
—¿Esas son las únicas razones?
—¿Tienes otras características? —pregunto inocente y él me mira indignado, pero a su vez con curiosidad.
Admito que se me acaba de salir un poquito el sarcasmo con el que nací.
—¿Tan vacío me veo?
—No, eres muy guapo y tienes músculos —repito como tonta. Él niega con la cabeza, frustrado porque soy una "idiota".
—No tiene caso hablar contigo. Equivocadamente, pensé que tu cerebro no era tan hueco —gruñe.
—Oh...
—Mañana almorzaremos juntos —dice al levantarse—. Creo que es lo menos que puedo hacer como despedida. Después de todo, estuvimos juntos tres años.
«Ay, no, no, qué horror, no gracias.»
—Me encantaría —respondo dócil.
—Vuelve a tu habitación, Kristen ya se durmió.
«¡Aleluya!»
—Bien.
Me levanto y sigo envuelta en mi sabana.
—Pareces una monja, ¿no quieres que te ayude? —me pregunta cuando subimos las escaleras.
—No, es que estoy desnuda —respondo y él se detiene.
—¿Cómo?
—Es una pequeña broma, pero sí estoy en poca ropa, no quiero que me veas así.
—Descuida, jamás querría ver —dice con mucho desagrado mientras reanuda la marcha.
«Te mueres si ves lo que te perdiste», respondo en mi interior.
Elliot entra a su habitación y yo a la mía. No tengo mucha confianza en que vaya a cumplir su palabra, así que espero unos minutos y, cuando parece que ya no pasara nada, me relajo y me puedo dormir.
Sé que el almuerzo no será como una despedida, será una especie de reunión de negocios post-divorcio. Lo sé porque escuché a Aarón decírselo a Kristen cuando desayunaban. Él no quiere que ella vaya, cosa que me parece muy sospechosa y me hace temer que lo que me va a decir es algo que no me gustará.
—No, no pienses negativo, todo saldrá muy bien —susurro.
Me pongo mi vestido y me sigo arreglando. Me encanta esta nueva yo. Antes de que Aarón me conociera era una chica muy guapa, pero ahora me siento una versión mejorada, que está lista para triunfar en la vida. El vestido se me pega de una forma hermosa al cuerpo. Es negro, con una abertura en la pierna y con un precioso escote en la espalda que está para ocasionar infartos. El maquillaje es más sutil, pero realza mis facciones lindas y delicadas, al igual que mi cabello castaño, que cae en ondas sobre mis hombros. Aarón ya debe estar en su despacho esperándome junto con el abogado que nos va a divorciar. Estoy esperando con ansias ese momento y ver su cara de asombro, aunque lo que más espero es la firma, su reacción no me importa demasiado.
—Ya firmé, ahora baja tú —me gruñe cuando le contesto el teléfono.
—E-Está bien —finjo tartamudear y le cuelgo.
Menos mal que Kristen no está aquí, que se fue a visitar a su madre. Soy empática y sé que no habría sido bueno para su autoestima el verme así. A primera vista, ella parece más bonita, tiene una cara tierna y buenos atributos, pero a mí se me dio un cuerpo con curvas bien puestas y un rostro sexi. No se puede tapar el sol con un dedo y sé lo bella que soy. Aun así, espero triunfar por mis capacidades, no por mi apariencia, y encontrar el amor verdadero cuando ya me sienta completamente realizada. O tal vez no, tal vez sea mejor estar soltera. Quiero tener hijos, por supuesto, pero ¿Qué hay de malo en ser una madre soltera? En fin, es mejor que me concentre por ahora en divorciarme.
Me cuesta un poco caminar con tacones, pero después de practicar unos minutos salgo de la habitación y bajo al despacho. Desde la puerta escucho que Elliot ya está ansioso de que esto se termine, que solo debo entrar, firmar y listo.
—Genial, todo listo y servido —susurro emocionada.
Abro la puerta y entro caminando de manera segura, mirando al frente y directo al abogado, a quien se le desorbitan los ojos al ver el sutil escote de mis pechos. Es un hombre entrado en sus años, pero bastante guapo, así que no me molestaría irme a celebrar con él. Quien se queda boquiabierto es Elliot, a quien le cierro la boca cuando llego donde está. Creo que mentí cuando dije que no me importa, su cara es lo mejor que me ha pasado en la vida. Podría decirse que no lo amo, pero sí amo su expresión ahora mismo. Es mucho mejor de lo que imaginé.
—Cierra la boca, cielo, que entran moscas.
—¿Qué mierda significa esto, Bárbara? —me pregunta furioso y sin parar de mirarme por todos lados.
Yo no le contesto y me inclino para firmar lo más rápido que puedo. Admito que me habría gustado hacer una firma mucho más prolija, pero no voy a dejar que este tipo lo impida ni un segundo más.
—¿Qué cosa? —le pregunto mientras lo volteo a ver. Tiene los ojos fijos en mi trasero, ese que no sabía que tengo.
—¿Con quién estuve casado?
—Conmigo, cariño, y no sabes lo contenta que estoy por tener mi libertad de regreso.
Me enderezo y veo como frunce el ceño.
—¿No se supone que me amas?
—Ay, por Dios, ¿te lo creíste? —Me echo a reír—. No, claro que no te amo, ¿Cómo voy a amarte si tus únicos dos atributos son ser hermoso y millonario? No te ofendas, ¿eh? Me caes muy bien y te deseo lo mejor en tu vida. Le guiño un ojo al impresionado abogado.
—Tú y yo, cuando quieras, amor, ¿o eres casado?
—No, para nada —responde de inmediato.
—No, tú y ella no se van a relacionar —le espeta mi exesposo, quien vuelve a mirarme impresionado—. Esta es una venganza.
—Si fuera una venganza no habría firmado, no te dejaría vivir tranquilo. —Me encojo de hombros—. No, lo único que yo quiero es hacer mi vida, así como tú harás la tuya, ¿acaso crees que eres el centro del universo?
—Eres una mentirosa, podría denunciarte.
—¿Por qué? ¿Por decir te amo cuando no es cierto?
—Por fingir ser lo que no eres.
—No tenía obligación de ser yo contigo. Creo que la obtusa no soy yo.
Elliot se ríe, pero se le nota que está más que furioso. Me quiere matar.
—Olvídate de tu pensión. No pienso mantener a una mujer indecente como tú.
—No puedes incumplir con eso, Aarón —interviene el abogado—. Además, no es ilegal que tu exmujer se arregle y rehaga su vida.
—¡Lo dices porque...! ¡Maldición! —grita Aarón.
—Y yo no me molestaría. —Le vuelvo a guiñar el ojo al sabroso abogado—. Tampoco me molesta quedarme sin pensión, ya me pondré a trabajar.
—¿De prostituta? —se burla mi ex.
—¡Pero de las caras! —exclamo para disimular que me acaba de ofender. Él no se merece ni mis bofetadas—. Adiós, Aarón, no fue un placer estar casada contigo. Ni te molestes en invitarme a almorzar, en realidad no tengo ganas de compartir la mesa.
Dejo el bonito bolígrafo sobre el escritorio y me marcho de manera digna, sintiendo ganas de llorar, pero de la alegría. Por fin soy libre.
—Libre sooooooy, libre sooooooy —canto, y doy vueltas sobre uno de mis pies.
—Tú no te largas de aquí, ¿me escuchaste? —Elliot me sujeta del brazo a media vuelta, lo que me hace resbalarme un poco.
—¡Ay, no! —protesto enfurruñada—. Déjame en paz, maldito macho machista.
—¿Qué?
—¡Macho, neandertal, hombre de las cavernas! Te herí en el orgullo, ¿verdad? Pues toléralo y lárgate con la mujer que amas.
—¿Estás celosa? —sonríe de forma maliciosa. Honestamente, luce hermoso y sensual en este momento, me hace palpitar el clítoris, pero no voy a tropezar con esta piedra otra vez. Hay hombres que me lo hacen palpitar más, incluso su asistente. El hombre es una ternurita, pero la tiene deliciosa.
—Uy, sí, tan celosa porque ella tiene un hombre que está en mute cuando hace el amor. Sí, me muero de la envidia —bufo—. Amigo, déjate llevar más, gime, haz ruido, ni siquiera me pude toquetear escuchándolos.
—Puedo gemir para ti si gustas —ofrece, deslizando su mano hasta mi trasero—. ¿Qué dices? ¿Sexo de despedida?
—Eres un asqueroso —gruño y él se separa de mí—. ¿Cómo puedes ofrecerme sexo cuando tu novia te espera?
—Estaba mintiendo, nunca tendría sexo con… —Me mira de arriba a abajo. Es muy obvio que sí me quiere comer—. Contigo.
—Entonces ya me voy.
—Pues sí, lárgate. Ojalá no te vuelva a ver —dice con desprecio.
—Lo mismo digo. Menos mal me dejaste mis maletas en la entrada, muchísimas gracias, qué buen servicio.
Le lanzo un beso y me voy caminando como una mujer de pasarela. Camino de la manera más sensual que puedo para que disfrute la vista, pues es la última vez que me verá.
Una vez que tomo mi maleta y salgo, respiro profundamente y sonrío llena de felicidad. ¡Qué bueno es largarse de aquí!
CAPITULO 2
—Llévala a dónde necesite y me informas en dónde está —le pido a mi chófer.
—Señor, pero ella ya se fue.
—¿Cómo?
—Sí, ya no la veo por la calle.
—¡Pues encuéntrala! —le grito—. Para eso te pago, idiota, bueno para nada. Llévala a dónde te indique y me lo informas de inmediato.
—Entendido, señor Robles —contesta nervioso antes de que yo le cuelgue.
Me duele el estómago de tanta rabia que siento. No puedo creer lo idiota que fui por subestimar a esa mujerzuela que tuve en mi casa. Una mujerzuela demasiado deseable, a decir verdad. ¿Cómo pudo engañarme así? Siempre supe que tenía un rostro agraciado, y muchas veces me descubrí mirándola más tiempo del necesario, pero de ahí a estar buena hay un paso gigantesco, y ella lo está. No paro de pensar en esas piernas kilométricas, en esos frondosos pechos y curvas que resaltaban con ese vestido negro y entallado, y no digamos su trasero, que es una delicia. Ni siquiera Kristen tiene un cuerpo así de espectacular, mucho menos tiene esa actitud de mujer poderosa. ¿Con quién estuve viviendo durante tres años? Qué alguien me lo explique, y mejor que sea ella misma.
—Oye, qué feo tu caso —se burla Ramón cuando sale de mi despacho, luego de recoger sus cosas—. Tenías oculta a una supermodelo.
— ¡Ella se ocultó! —exclamo enfadado—. Por cierto, no quiero que registres el divorcio aún, quiero...
—Oh, no, no. No te olvides que Kris es mi sobrina y no voy a dejar que le rompas el corazón —me advierte enfadado—. No le diré sobre esto, pero ten cuidado. El divorcio ya es un hecho.
—Me estás malinterpretando —suelto un gruñido—. No me gusta esa mujer, simplemente quiero joderla.
—¿Por qué? ¿Por qué no te mostró sus atributos? —resopla—. Déjala que haga su vida en paz. Ahora puedes casarte con Kristen, que es lo que siempre quisiste.
Asiento de manera distraída. Me temo que no es mi novia la que me preocupa en este momento. Frustrado, subo al piso de arriba cuando mi abogado se va. No puedo evitar ir a la habitación vacía que dejó y que en realidad huele más que bien. Ella es muy ordenada, no se compara con Kris, que siempre tiene su habitación patas arriba, incluso la mía la ha dejado hecha un desastre con sus maletas y basura.
—Tengo que reclamarle a David —mascullo con rabia. Ese hombre me tiene que explicar por qué su hija nunca se mostró cómo era. No es como que me hubiese enamorado, pero tal vez habríamos podido consumar el matrimonio.
Cuando mi exsuegro me contesta, le grito hasta más no poder. Él me pide disculpas de forma reiterada, pero nada de eso funciona, nada puede calmar mi ira. Él y esa mujer me las van a pagar.
Menos mal que siempre fui precavida —y que tenía un esposo desinteresado— y tengo mi cuenta bancaria con algo de dinero ahorrado. No es una fortuna, pero me servirá para sobrevivir unos cuantos meses en lo que consigo un empleo. Esta vez me doy el lujo de tomar un taxi, dado que irme así en autobús no creo que sea conveniente.
—¿A dónde va, señorita? —me pregunta el conductor, que no disimula para nada que soy agradable a la vista.
Las miradas morbosas no me incomodan, a menos que intenten hacerme algo que no quiero, así que me bajo un poco más el escote.
¿A dónde voy? Admito que eso no me lo había planteado, pero no dejo que la vergüenza se apodere de mí y doy la dirección de un hotel de paso y muy discreto, que es a dónde suelo ir con mis aventuras. Ir sola es horrible, pero es el único lugar que se me ocurre para quedarme por el momento. Sí, estoy sola en el mundo, pero no me voy a poner a llorar amargamente. La conmiseración conmigo misma es algo que odio, pues no soy ninguna víctima, yo tomé las decisiones, incluso las que implicaron casarme con ese macho machista. Me obligaron, sí, pero tampoco me escapé para impedirlo, era así de estúpida.
—Ay, hola camita —saludo al dejarme caer en ella—. No, no traje a nadie, por desgracia, pero hoy en la noche cazaremos algo.
Un rato después estoy quitándome el vestido de la venganza y me pongo un cómodo pijama para comer algo y ver Disney en la televisión. Lo normal sería ver porno o algo así, pero no, yo soy saludable a la hora de mis programas. Antes de poner la película, recibo una llamada de mi hermana, con la cual mantengo una amistad desde que me casé que se incrementó mucho mas con la muerte de mi madre.
—¡Te divorciaste! —me grita nada más contestar—. ¿Cómo pasó?
—Ah, sí, eso, ya hasta se me había olvidado —respondo riéndome. Y es en serio, ya llevo demasiado rato sin pensar en eso.
Así de poco me importa ese hombre o su casa. Elliot es el hombre más básico de todo el universo, no tiene nada interesante, al menos no me lo mostró.
—¡Contesta!
—Nada, Virginia, me dejó por su novia de Madrid, esa que iba a terminar su carrera. En serio no me importa.
—¿Es en serio lo que dices? Te acabas de divorciar de Aarón Robles.
—¿Y ese quien es? Para mí ya fue, hermana —bufo.
—Yo pensé que estarías llorando —se burla—. Me alegra que no sea así, te amo, ¿lo sabes? ¿Dónde estás?
—En un motel.
—¡¿Y qué haces ahí?! —exclama—. Ven a mi casa.
—No, nena, a tu marido no le gustará, sabes que es celoso con su intimidad, contigo y Carlo.
—Bien, eso es verdad, pero al menos déjame ayudarte a conseguir un lugar.
—Asequible, por favor —le ruego—. Ahora mismo no me puedo pagar algo muy caro.
—¿Por qué no? El contrato decía...
—Sí, pero no quiero ese dinero para mí. Si me lo llegan a dar, ya sabes para qué lo quiero.
—Los peluditos —dice con tono cariñoso—. De verdad espero que lo logres, es un proyecto precioso.
—Sí, aunque también debo conseguir trabajo.
—Bárbara, eres hija del dueño de...
—Lo sé, lo sé, lo voy a pensar. Además, puede que papá no me quiera ahí.
—Por el contrario, tal vez te quiera ahí. Ese tipo te dejó, hermana, no tú a él.
—Eso es cierto, tal vez nos podamos hacer las víctimas. —Me echo a reír.
Cuando le cuelgo a mi hermana, decido que no puedo quedarme aquí aburrida, así que al llegar la noche me pongo guapa, aunque esta vez opto por una minifalda, una blusa un poco suelta y un blazer negro por encima. Los botines que me compré hace poco están increíbles y combinan con mi bolso y blazer. No soy tan fan de las minifaldas, pero como quiero terminar la noche enredada con alguien, me sirve. Es mi última noche de desastre. A partir de mañana seré una mujer responsable y dueña de su vida.
El hotel de paso que siempre elijo también tiene un bar a unas cuantas calles, por lo que decido no complicarme la vida e ir allí. Después de todo, lo que quiero es beberme unos tragos en mi honor y si no consigo a nadie, puedo volver andando al hotel.
Y si consigo a alguien... ¡Ya tengo el hotel! Es perfecto, ¿no? Muchos pensarían que tengo una vida vacía y que podría sentirme sola después de lo que pasó, pero lo cierto es que no, creo que tengo una vida llena de posibilidades ante mí. Por ahora estoy abajo, comenzando de nuevo, pero formaré mi futuro, conoceré a muchas personas y encontraré con quién compartir mi vida. El mejor regalo que me pudo dar Aarón fue mi libertad. Tengo solo veinticinco años, así que ante mí hay muchos caminos, y espero tomar los correctos.
Al llegar al bar, no hay muchas personas porque la noche es joven, pero hay un apuesto barman, al cual me acerco y le pido un Martini sucio. «Tan sucio como yo», pienso con sorna. Hoy tengo ganas de ser una maldita cerda, que se me calmen estas ansias de sexo.
—Hace mucho que no venías —me dice el barman, con esa sonrisa tan linda que tiene, cuando ya llevo tres copas y tres aceitunas. Es más joven que yo, como de unos veinte años, y es por eso que me gusta, es colágeno.
—Acabo de divorciarme —le digo feliz.
—¿Estabas casada? —pregunta sorprendido.
—Ups. —Hago un gracioso encogimiento de hombros.
—Eres una mujer llena de sorpresas —comenta riéndose.
En ese momento un perfume conocido invade mis fosas nasales, por lo que no me sorprende cuando lo escucho hablar.
—Puedo constatar eso, estuve casado con ella durante tres años, y no me di cuenta de todo lo que hacía a mis espaldas —dice Aarón, y yo lo volteo a ver con una sonrisa irónica—. Whisky en las rocas, por favor, y cóbrate los de ella.
Mi orgullo me dice que lo rechace, pero también que no alardee de ser una mujer que puede pagarse sus tragos. Si este tipo quiere pagar, que lo haga, mi cartera se lo agradece.
—Bueno, gracias por los tragos, qué amable —digo con sarcasmo y sin darle importancia a su presencia.
—Salud por tus mentiras. —Alza su vaso cuando se lo entregan.
El pobre barman se mantiene alejado, ya que Aarón le advierte con la mirada que ni se le ocurra seguir hablando conmigo. No niego que luce muy sensual haciendo eso y mi entrepierna lo resiente, pero sigo queriéndolo lejos. Aun así, me mantengo serena; hacer un escándalo solo hará que se empecine en quedarse.
—Salud por ya no tener que decirlas. —Elevo mi copa y la choco contra el vaso antes de dar un trago.
—¿Por qué, Bárbara? —me cuestiona, y yo ruedo los ojos.
—La pregunta es: ¿por qué estás aquí con tu exesposa y no con tu novia?
—Quiero explicaciones.
—¿Explicaciones de qué? —Lo miro fastidiada—. Nuestro matrimonio fue una mentira, algo para ayudarnos mutuamente, ni siquiera convivimos.
—Tú no quisiste
—Tú mucho menos —le recuerdo, y doy otro trago—. Ya, hombre, supéralo, no todas estamos babeando por ti.
Elliot arquea una ceja.
—Bien, bien, alguna que otra vez he babeado por ti, sí estás bueno, a decir verdad —admito.
—¿Y por qué no me buscaste?
—Porque, cariño, no me van los hombres que están enamorados de otra mujer —respondo con franqueza—. Imagínanos a ambos en medio del delicioso y que digas su nombre, no, por Dios, me cortarías totalmente el rollo.
—¿Delicioso? —Trata de no reírse—. ¿Qué manera de llamarlo es esa?
—La mía. El sexo es delicioso.
—¿Con cuántos me pusiste cuernos? —farfulla, tomándome con fuerza del brazo.
—No, cielo, no te lo digo porque te deprimirías. —Suelto una risita, sintiéndome excitada por su mirada feroz. Creo que el alcohol ya comienza a hacerme efecto.
—Eres una...
—No, no soy una puta, solo soy una mujer que vive su sexualidad, igual que tú —me defiendo—. ¿Acaso crees que pienso que le fuiste fiel a tu novia? No soy idiota.
—No, no lo eres, y es por eso que debes saber que cancelaré ese divorcio.
—Cómo quieras. —Me encojo de hombros—. No soy yo la que va a llorar, serás tú quien lastime a otras personas.
—Vas a pagarme lo que me hiciste. Vas a pasar la noche conmigo aquí.
—Mejor me voy, pasar la noche contigo es muy aburrido, solo quieres pelear por estupideces, hacerme reclamos machistas que no vienen al caso.
—No son estupideces, yo siempre me mostré cómo era antes ti.
—Uy, qué horror. Mantenía la esperanza de que fueses más interesante.
—Puedo ser muy interesante cuando me lo propongo.
Se levanta del asiento y pasa sus manos por debajo de mi cabello para acercar mi rostro al suyo. Nuestras respiraciones se entremezclan y noto mucha tensión sexual creciendo entre ambos.
«¿Celebrar con mi exmarido? Nunca lo hubiera imaginado.»
Si lo que quiero es librarme de él, hacerme la difícil solo va a hacer que se interese más, y eso es lo último que quiero. Sí, el tipo está bueno, retuerce todas mis entrañas por el deseo que me recorre el cuerpo, pero no es suficiente, estas sensaciones son efímeras.
¿Cuándo haré el amor de verdad? No lo sé, pero con él no, de eso estoy segura.
—Quiero seguir bebiendo —murmuro, y él se separa de mí.
—Bien, si eso es lo que quieres, pero aquí voy a quedarme, Bárbara, te jodes.
—¿Joderme? Bah, ni que me importaras tanto como para que me arruines la noche. Ahora quiero tequila, muñeco —le digo al barman, quien está muy serio y mira con miedo a mi exmarido.
—Yo nunca digo el nombre de nadie durante el sexo, eso es estúpido —me susurra al oído.
—Te apuesto a que dirías el mío si te concediera el honor de estar entre mis piernas —le presumo.
Ya tengo la boca muy suelta, pero en algo tengo que entretenerme. Mi celebración se acaba de ir a la mierda. Descruzo la pierna y cruzo la otra cuando me falta la circulación. Él ve ese gesto y de inmediato pone una mano sobre mi piel desnuda, lo que me humedece más.
—No lo creo, pero me encantaría que lo intentes —responde, y succiona el lóbulo de mi oreja. Mi cuerpo se estremece.
—Pues veamos si me convences —lo reto—. Por ahora, estás muy lejos.
No es cierto, ya me tiene a punto caramelo, pero no me voy a entregar tan fácil. Tener sexo con mi exmarido es algo que me tengo que pensar.
Las horas se pasan entre tragos, conversaciones pasivo-agresivas y reclamos, pero también entre risas y anécdotas de nuestro fallido matrimonio. En realidad compartimos más cosas de lo que recordaba, pero como ninguno quería estar allí, nunca le dimos importancia. Al final ya es innegable que ambos tenemos ganas, así que terminamos besándonos y me gusta, me gustan las sensaciones explosivas que me invaden al besarlo y los gemidos que él suelta. Aarón me sujeta de manera posesiva por la cintura mientras buscamos a tientas abrir mi habitación, lo cual logramos relativamente rápido. Mi sexo ya es un maldito caldo de fluidos cuando él me recuesta en la cama y mete la cabeza entre mis piernas. Mi cuerpo se arquea y gimo de placer, pues hace un maravilloso trabajo allí. Mis caderas se mueven de arriba a abajo, buscando frotarme más contra esa boca que me succiona maravillosamente.
—Maldito, tienes talento —mascullo mientras exploto con fuerza—. Uf...
—¿Dónde mierda te escondiste durante tres años? —murmura mientras sube hasta mí.
—No me escondí, que no me quitaras la ropa es diferente —me burlo y él entrecierra los ojos antes de enterrar el rostro entre mis pechos.
He de admitir que sabe calentar motores bastante bien, mejor que otros con los que he estado. Al menos fue educado y me dio un poco de diversión por si lo demás falla. Los dos nos terminamos enredando y besando otra vez. Este hombre me toca de manera sensual, que me eriza toda la piel, al igual que su mirada. Pero sé que yo lo estoy prendiendo más, lo puedo notar en sus pupilas completamente dilatadas y los jadeos que suelta.
—Échate boca arriba —le ordeno—. Veamos si tienes algo bueno que ofrecer.
—No diré nada. Noto que no te gustan los alardeos —murmura mientras me obedece.
—Aprendes rápido, cariño.
Voy gateando hacia atrás y me encuentro con un duro y enorme bulto que me deja perpleja. Solo espero que no sea una prótesis, porque ya me sucedió y al final me encontré con un dedo meñique. No todo estuvo perdido, la supo usar y me dio felicidad con sus dedos, pero no me gustó que me mintiera.
—Donde sea un bulto falso, te arranco todo —gruño—. No estoy de humor en este momento.
—¿Por qué me pondría un bulto falso? —pregunta desconcertado—. No, no, no quiero saber.
—Exacto, no lo quieres saber.
—¿Por qué nunca te acostaste conmigo?
—Por engreído, egoísta, patán y mala persona —respondo mientras le bajo los pantalones.
Suspiró con alivio cuando veo que el bulto es real, pero jadeo al sacarlo y parece no terminar.
—Ay, con razón esa chica gritaba —expreso asombrada, lo que lo hace reír—. Amigo, esto es criminal, vas a lastimarme.
—Me halagas.
—No es un halago, está monstruoso.
«Pero es un monstruo muy apetitoso. »
—¿No lo quieres probar? ¿Vas a acobardarte?
—No, estoy lista, mi mamá no crio a una cobarde —mascullo.
Y sin más me lo llevo a la boca. Elliot se arquea y suelta un gemido fuerte que me hace tener pálpitos por todos lados. Su sabor es de alguien muy higiénico, incluso diría que hasta es dulce. «Sí, toda esa maldita piña que se come por las mañanas valió la pena.»
— ¿Qué me estás haciendo? —grita desesperado.
Continuo con todo mi arsenal de técnicas orales, que se están adaptando bien a este tamaño. Solo he estado una vez con alguien con mayor longitud, pero la tenía tan delgada y flácida que no pudimos y no me causó miedo. Mi exmarido es perfecto de la cintura para abajo, es todo lo que un hombre quisiera ser.
—Cálmate un poco, que recién comenzamos —susurro mientras subo hacia él.
Aarón me saca los pechos de la blusa y me los lame de forma experta, casi hasta el punto en que me distrae.
—T-Tengo que sacar los condones.
—No.
Aarón me sujeta fuerte por las caderas y acerca su pene a mi entrada. Los dos gemimos cuando nos rozamos, pero yo niego con la cabeza.
—No, no, sin condón, no —le digo, pero él hace caso omiso y sigue deslizándose dentro de mí—. No, no, por favor.
—Ah, qué estrecha —jadea—. Uf...
—Para, para, el condón —pido, aunque esté sintiendo delicioso por dentro.
—¿Por qué? Quiero saber qué se siente, y más contigo.
—Estás ebrio, igual que yo. Mañana te vas a arrepentir.
—No lo estoy, yo no caigo tan fácil.
—Idiota, condón ya o no hay nada.
—Bien —susurra resignado.
Al final soy yo quien se lo pone para que no ocurra algún accidente. Sé cómo se las gastan estos seres infernales llamados hombres.
Cuando vuelvo a entrar, doy un sentón que lo hace gritar una maldición, y más lo hace cuando lo cabalgo como sé hacerlo. Él tampoco se queda atrás y se nota que sabe moverse.
Poco a poco me desprendo de la ropa, excepto mi minifalda, la cual me deja conservar.
Su manera de apretarme los senos no es fea como con todos los hombres con los que me acuesto. Él se toma su tiempo, pellizca mis pezones en un punto exacto y me calienta cada vez más. Y me supercalienta que cambiemos de posición y me pone de perrito, mi posición favorita de la vida, porque ahí es cuando tengo más orgasmos.
—Qué culo —murmura magreándolo—. No sé qué me gusta más.
—Todo, di que todo —le pido.
—Todo, todo me encanta —admite.
Elliot arremete con más fuerza. Me da nalgadas, jalones de cabello y me dice cosas muy muy sucias. Pero lo más placentero es escucharlo gemir de gusto, cosa que no le escuché con su novia.
—¡Bárbara! —vocifera cuando nos estamos corriendo ambos. Yo solo suelto mis gemidos sin ningún nombre, no soy tan romántica.
—Dijiste mi nombre —le digo burlona cuando se recuesta al lado mío.
—No me di cuenta —admite agitado—. ¿Qué importa? Quiero repetir.
—Pues ya estamos en eso...
Aarón se prende de mis pechos otra vez y consigue volver a calentarse. No tardamos nada en probar más posiciones, incluso lo hacemos en el baño, frente al espejo. Aarón no me suelta y me da el mejor sexo de toda mi existencia hasta que se nos terminan los preservativos. Me deja completamente saciada y me duermo. Creo que se llevará un gran recuerdo de mí.
CAPITULO 3
Cuando me despierto ella está todavía dormida. Tiene el maquillaje un poco corrido, pero se ve completamente sexi y hermosa. Anoche me dejó seco, cosa que nunca me pasó. Literalmente tuve orgasmos en seco porque ya no tenía nada que expulsar, pero sí mucho placer. Los malditos preservativos que se acabaron fueron los culpables de que no pudiéramos seguir, pero también porque ella pidió parar por estar cansada.
—A la mierda ese divorcio —susurro mientras la beso en los labios. Ella se remueve, hace un gracioso gesto y se voltea.
Yo, en cambio, me levanto y me dirijo al baño para darme una ducha. Tengo un montón de chupetones por todos lados, lo cual me causa gracia, pero también preocupación. Yo nunca suelo dejar que las mujeres con las que me acuesto me hagan estas marcas, pero ayer dejé que Bárbara me hiciera lo que quería. Kristen va a sospechar.
—Bah, al diablo Kristen —murmuro.
De todas maneras ya ni siquiera sé si la amo o solo la idealizaba. Mientras estuvo fuera anhelaba que volviera, pero cuando lo hizo fue bastante simple. Ni siquiera en el sexo pude concentrarme, incluso me pareció más interesante ir tras mi "fea" esposa cuando la escuché abrir su puerta. Aun así, me tocará ser responsable con mis acciones, no lastimarla al romper con ella y esperar un tiempo para volver con Bárbara, de quien no me voy a separar; esa loca me ha dejado obsesionado, ansioso de más y no creo que me canse. Ella no solo es buena en el sexo y hermosa, es segura de sí misma, inteligente y graciosa, características que me prenden mucho y yo no lo sabía.
Tenemos que empezar por un buen desayuno. La llevaré al mejor sitio.
Pero mis planes se van al infierno cuando salgo y noto que ya no está. En su lugar solo hay una pequeña nota que dice: «Gracias por los tragos y la celebración, no fue tan malo después de todo. Te deseo mucha felicidad en tu vida (no es sarcasmo, me dejaste contenta y ya te perdoné). Bárbara.»
—No, mierda, no, hija de... ¡No te voy a dejar en paz! —grito furioso. Si pude averiguar ayer en donde estaba, puedo encontrarla de nuevo. Bárbara Robles va a volver a ser mi esposa.
Capitulo.
Menos mal no desempaqué muchas cosas de mi maleta y me puedo ir en cuanto este hombre se mete a bañar. Está bien que hayamos tenido sexo, pero de ahí a qué mande a la mierda nuestro divorcio hay un abismo de diferencia. Aarón posiblemente me dio el mejor sexo de toda mi vida, incluso camino con dificultad, pero no quiero nada con él. Lo único que quiero es ser libre, cumplir mis sueños y casarme cuando yo lo quiera y me nazca hacerlo. Primero tengo que lograr lo que quiero, después ya me dedicaré a tener una hermosa familia, sea con un hombre o no. Y Aarón no está para nada en mis planes. Aun así, me da un poco de lástima dejarlo así. Debe ser muy feo que te abandonen cuando te comienzas a ilusionar, y sé que él se ilusionó porque mientras dormíamos me abrazaba y me daba besos. Yo no estaba del todo dormida, por eso me di cuenta e incluso hasta se me derritió un poco el corazón. De verdad espero que alguien llegue a su vida y dé ese amor que tiene reprimido. Honestamente, no creo que sea Kristen esa persona, dado que la engañó conmigo y muchas otras más. Quien te ama te respeta, eso lo tengo claro, y el día en que yo ame de verdad a alguien solo quiero estar con esa persona. Pero mientras ese momento llega, me soy fiel a mí misma y voy a cumplir las promesas que me hice. No me queda más remedio que ir a la que fue mi antigua casa, en donde me recibe mi padre con una expresión de fastidio y me grita hasta de lo que me moriré por lo que hice.
—¿Te puedes calmar? Me duele la cabeza —me quejo.
—¡No tienes remedio, maldita sea! —grita muy enojado—. Tu esposo me llamó para reclamarme tus mentiras. ¿Por qué, Bárbara? ¿No podías hacer algo para retenerlo? ¿O tener la mínima decencia de comportarte como es debido hasta el final?
—¿Retenerlo? Ni que fuera un delincuente mata perritos. —Ruedo los ojos—. Con respecto a mi comportamiento, solo me puse un maldito vestido para ir a firmar. Eso es todo.
—Pudiste haberlo conquistado, usar ese vestido para...
—¡No soy una prostituta, papá! —bramo furibunda.
—Te comportas peor que una, te entregas a los hombres por nada.
—Sí, y a mucha honra. Soy una mujer libre, sana, que no vende su cuerpo y si tiene sexo es por placer. Deberías estar agradecido conmigo, que soporté tres años casada con ese hombre para que pudieras salvar tu empresa.
—Lárgate de aquí.
—Es mi casa.
—¡Fuera!
—Bien, bien, me largo, pero en el momento en que salga te olvidas de que tienes hija —lo amenazo y veo un poco de miedo en sus ojos. Aun así, se mantiene en la misma postura.
—Pues bien, largo. Igual ya no me sirves.
Esas palabras, lejos de lastimarme, me quitan un peso de encima. Si bien mamá me enseñó a ser una persona generosa, también me enseñó a que no puedo mendigar amor, que me basta y sobra con mi amor propio. «Ni siquiera necesitas que yo te ame, tú, Bárbara, te bastas tú sola. Eres fuerte, capaz y nadie puede lastimarte si no lo permites, pero, por supuesto, te amo de forma infinita y eso nunca cambiará.», me dijo un día, y desde entonces lo aplico. Claro que me duele que mi padre me hable así, pero no por mí, sino por él. Me duele que se vaya a quedar solo por su ambición y por quedar bien con otras personas. Pensar en ancianos solos me pone muy sensible, pero me obligo a no llorar mientras salgo de la casa. Ahora solo me falta encontrar un nuevo hogar. Y más vale que sea pronto antes de que Aarón me haga la vida imposible.
Después de unos días de estar en otro hotel —uno que no es menos económico—, logro encontrar un apartamento a un buen precio gracias a mi hermana. Su esposo no la ha dejado venir a ayudarme, así que me las tengo que arreglar sola.
Me da mucho coraje que Virginia no pueda hacer nada sin pedirle permiso a Magnus, su horrible esposo. La pobre tampoco se quería casar, pero no fue su culpa, la culpa fue de él, que se obsesionó con ella, y desde entonces la tiene aprisionada. Es celoso a morir y ella no puede escaparse. Y también es sensual como el infierno mismo. No sé qué pecado pagamos ambas, que nos tocaron esposos horribles en cuerpos de Adonis.
En el caso de ella, su esposo es un juez justo pero despiadado. No quisiera nunca ir a la cárcel y que él sea quien me enjuicie, porque me tocaría cadena perpetua. Magnus Crusoe da miedo, mucho miedo. Es por eso que no me meto demasiado en la vida de Virginia, ella encontrará el momento indicado para salir de allí, confío en ella.
Cuando ya tengo todo más o menos acondicionado, me abrazo a mí misma y pienso en lo orgullosa que estoy de mí. Ya conseguí mi local y he invertido en algunas cosas para vender en mi nueva tienda. Admito que he tenido que pedir ayuda a los contactos de Magnus para poder conseguir permisos y constituir legalmente mi negocio, pero eso no me resta méritos, por el contrario, siempre he creído que cuando tienes un recurso para ayudarte lo tomes.
Las llamadas de Aaron no paran de llegar con el pasar de los días. El tipo quiere verme para "hablar" sobre lo que pasó entre nosotros. Ya le reiteré mil veces que no me interesa aquello, que me deje tranquila y pague a tiempo lo que prometió de pensión, lo cual utilizaré para los hermosos perritos y gatitos que he ido recogiendo y a los cuales les doy todo el amor posible.
—¿Crees que estará bien? —le pregunto a Caroline, la veterinaria que me hace el favor de venir a verlos por un módico precio. Las dos fuimos juntas a la escuela, y ella no dudó ni un instante en echarme una mano.
—Sí, está algo deshidratado, pero se pondrá bien —me responde mientras acaricia el lomo del hermoso cachorro negro que he recogido, el cual está un poco triste.
—¿La escuchaste? Te pondrás muy bien, mi amor —le digo con tono cariñoso mientras deslizo un dedo por su hermosa naricita—. Eres tan bonito.
—Tu mamá estaría orgullosa de lo que estás logrando —me dice Caroline, emocionada.
—Ojalá —le respondo y suspiro—. Quiero que ella desde donde esté me mire y se sienta feliz de que retomé su labor.
—Te aseguro que eso es así. —Me sonríe.
Cuando me quedo a solas con mis peluditos, me invade una nostalgia un poco fuerte. Extraño mucho a mi madre, quisiera que estuviera conmigo y viera todo esto.
—Me haces falta, mamá. Sé que puedo yo sola, pero me encantaría que me abrazaras —susurro mientras arrullo al cachorro, al cual parecen gustarle mis brazos.
Cuando logro que mi bebé se duerma, lo coloco sobre una camita acolchada. Mis otros peluditos están en sus jaulas. Los mantengo así por las noches para que no se escapen, pero en el día los saco al patio para que hagan todas sus necesidades y convivan, también tienen sus días de paseo. He tenido mucha suerte y todos se llevan bien, por fortuna. Solo una vez tuve que frenar una pelea entre dos gatos, pero al esterilizarlos se calmaron.
No ha sido nada fácil y no he tenido tiempo para mí misma, pero no importa, estoy contenta con lo que estoy logrando. Ya he tenido algunas ventas, también pedidos de baños y cortes, en los cuales soy muy buena, dado que mamá me enseñó a hacerlo. Una vez que me aseguro de que todos estarán bien, me dirijo a cerrar. Hoy voy a dormir aquí, no me queda otra opción, tengo que cuidar al pequeño recién llegado. Pero cuando estoy por cerrar la puerta, alguien mete el pie para que no lo haga. Alzo la vista y un par de ojos azules me miran con enojo.
—Está cerrado —le digo a Aarón.
—Me importa una mierda, voy a pasar.
—Cómo quieras —resoplo y me hago a un lado para que pase.
—Vaya, así que es esto lo que haces —murmura viendo para todos lados.
—Sí, y ni te atrevas a burlarte porque...
—No, Bárbara, me parece increíble —expresa con una linda sonrisa, una que no le he visto jamás—. Quiero ayudarte.
—Con que des tu aportación por el divorcio está bien.
—No, ese dinero es para tus gastos personales.
—No, de ninguna manera. De hecho, estoy pensando en ya no recibirlo y pagártelo todo cuando esté bien establecida.
—No, no quiero el dinero de vuelta, a la que quiero es a ti de vuelta —dice en voz baja, pero lo escucho perfectamente.
—No, Aarón.
—Terminé con Kristen —me informa mientras se acerca.
—¿Sabes? Me alegra, no te la mereces —murmuro.
—Lo sé, y me dio una bofetada.
—Tampoco me mereces a mí.
—¿Y yo qué te he hecho?
—Nada, pero no eres una buena persona, yo aspiro a enamorarme de una buena persona —respondo muy seria.
Él ignora mis palabras y se acerca de todos modos, lo que me pone muy nerviosa y de manera inevitable recuerdo todo lo que hicimos esa noche.
—¿Qué tengo que hacer para merecerte? —me pregunta, sujetándome por la barbilla.
—Nada, Aarón, no quiero acciones forzadas, quiero algo real, pero ahora mismo me quiero solo a mí.
—Bárbara, quiero intentarlo.
—¿Por qué? ¿Por qué te di buen sexo? —bufo—. El sexo es genial, pero no lo es todo para mí.
Elliot frunce el ceño, más no se aparta.
—Yo también soy más de lo que has visto —me dice.
—Supongo que sí, pero no voy a tomarme ya el tiempo de conocernos. Tú y yo nos casamos por un simple acuerdo, tú me advertiste que no pasaría nada entre nosotros.
—Lo sé, lo sé, lamento haber hecho eso.
—No, no lo lamentes, era tu sentir en ese momento.
—Bárbara, de verdad quiero saber quién eres, me gustas mucho. Quiero conocer a la mujer que siente tanto amor por estos animales y quiero conocer tus proyectos.
—Elliot, yo...
No me deja hablar más porque me besa, pero no es un beso lleno de lujuria, es dulce, de esos que derriten. Termino correspondiendo al beso y disfrutándolo mucho. Me gusta lo que me hace sentir él cuando me besa, pero sigue sin ser suficiente, así que poco a poco me separo de él.
—No, Aarón, no nos involucremos, no quiero una relación —susurro—. Ya nos divorciamos, déjalo así.
—No, no me voy a rendir. Haré que te enamores de mí.
—Ja, ja, eso sería digno de ver —me burlo—. No lo vas a lograr.
—Eso ya lo veremos. Por lo pronto, me quedaré aquí.
Se separa de mí y se sienta en el suelo, junto al mostrador y la cama del pequeño peludito. Ver a un hombre tan grande sentado con las piernas cruzadas es muy gracioso y no disimulo mis risas.
—Podría echarte —farfullo mientras me siento yo también.
—No lo harás, eres muy amable.
—¿Amable?
—Sí. No creas que no supe de inmediato a dónde viniste a parar, llevo días rondando por aquí.
—En ese caso, ayuda y trae animales —refunfuño—. O paséate con un altavoz, necesito más clientes.
—Bien, eso haré.
—No hablo en serio.
—Pero yo sí. Hablemos, Bárbara, háblame más sobre ti.
«Dios, es insoportable, pero lindo cuando quiere», pienso frustrada.
Los dos nos miramos a los ojos durante mucho tiempo. No podría decirse que me estoy enamorando, porque no es así, pero creo que me agrada conocer una faceta más humana de Aarón. Me alegra saber que, después de todo, no estuve casada con un robot. La conversación con mi exmarido dura hasta que ya no puedo más y me quedo dormida, y cuando amanece estoy encima de él. Lo observo durante unos instantes y sonrío. Él duerme con los labios entreabiertos y suelta ligeros ronquidos que suenan lindos. Claro, no es lindo que tenga problemas respiratorios, pero suena bien. Sacudo un poco la cabeza. ¿En qué diablos estoy pensando? Creo que comienzo a verme afectada por el sexo con él. Anoche sí cometimos un poco de pecado, fuimos al baño y me dio el mejor puto sexo oral de mi existencia. Posteriormente me lo hizo.
Pero que conste que lo hicimos después de hablar tiernamente.
Aprendí algunas cosas de él y él de mí. Para ser honesta, no somos tan incompatibles; a los dos no gustan los animales, la música de moda y leer buenos thrillers. Es que ese género me encanta, me gusta la tensión que me provoca. Y también le gustan las películas de Disney. Creí que se iba a reír de mí, pero para nada, entendía todas mis referencias. Podría decirse que ya no descarto la idea de que seamos amigos algún día, en un millón de años. ¿Por qué no? Hasta madrina de sus hijos podría ser y él de los míos.
Me levanto con cuidado y me peino un poco antes de intentar despertarlo.
—Durmamos un poco más, Bárbara —murmura molesto y sin abrir los ojos.
¡Santo Dios!
—Mmm... Ven —insiste.
Abre un poco los ojos y me busca a tientas.
—Bárbara —me vuelve a llamar.
—No, es hora de que salgas de mi refugio, amigo —le digo mientras me coloco en cuclillas a su lado—. Se acabó la diversión.
—¿Qué? —Se incorpora un poco y pestañea varias veces.
—Que debes ir a casa, esto no es hotel, bueno, tal vez sí, pero para animales. Sé que eres un perro, pero eres un perro independiente.
Elliot gruñe y me mira enojado, pero después suelta una pequeña carcajada.
—¿Siempre eres así? —pregunta, pasándose la mano por detrás de la cabeza.
—¿Así cómo?
—¿Tan boca floja?
—Pues solo para hablar, para otras cosas, creo que mi boca es estrecha —respondo con tono provocador.
Elliot se muerde el labio y trata de acercarse a mí para besarme, pero yo me levanto y retrocedo.
—Arriba, es hora de ir a casa —le ordeno.
—Bien, me voy, pero voy a volver —amenaza cuando se pone de pie—. No quiero dejar de verte.
—No es mi estilo ser amiga de mis ex.
—No soy tu ex en el sentido estricto de la palabra.
—Lo eres de manera legal, así que sí eres mi ex —replico—. Tal vez algún día, pero ahora no.
—Eres tan terca, pero eso me encanta —dice fascinado.
—Te aseguro que no soportarías estar más de una semana casado conmigo. Si pudimos tres años fue porque no nos conocíamos.
—Me encanta la idea de estar casado con una caja de Pandora.
—¡¿Cómo me llamaste?! —le grito, y él se ríe mientras corre a la puerta.
—Adiós, mi caja de Pandora —se despide, y a mí me deja con el puño al aire.
—Serás idiota... —mascullo, pero después sonrío como tonta.
Y sonrió aún más cuando veo que mi pequeño bebé está mejor. Mueve más la colita. Aarón me ayudó a atenderlo gran parte de la noche y parecíamos dos padres primerizos con el pequeño cachorro. Fue bonito, he de admitir, tiene buena mano para los animales, el bebé sin nombre parecía cómodo en su pecho. El resto de mis animalitos también están ansiosos por salir, así que los voy sacando luego de servir comida en sus tazones. Yo no he comprado toda la comida, he recibido algunas donaciones de hermosas personas preocupadas por estas criaturas. A veces siento que pierdo la fe en la humanidad, pero la recupero cuando me encuentro con este tipo de acciones. Es precioso cuando la gente se une para el bien de criaturas indefensas, sean humanos o animalitos. También pretendo ayudar personas cuando comience a generar más ingresos con este trabajo. Por ahora, solo me alcanza para llevar el día a día y reabastecer el refugio. Aun así, siento que he logrado muchísimo en poco tiempo. No soy una superheroína, pero estoy orgullosa de poder seguir la labor de mi madre, la labor que siempre quise hacer.
Una vez que veo que todas mis criaturas están tranquilos en el patio, mando un mensaje a Caroline para reportar el estado del pequeño de la casa. Ella me dice que siga como va y que vendrá por la tarde, que no me olvide de descansar. Y sí, tengo que descansar, así que después de hablar con ella le llamó a Peter, un buen hombre retirado que me ayuda a cuidarlos para que yo descanse desde la mañana hasta la hora de almorzar.
Al llegar a casa voy directo a la ducha y me envuelven los recuerdos de la noche anterior. No es que odie pensar en Aarón, pero lo estoy pensando más que a otros hombres, y no, no es solo el sexo, son esos momentos dulces. ¿Será qué en verdad me equivoqué con él y es un buen tipo? Tal vez. Sin embargo, no quiero una relación, no tengo prisa por conseguir pareja, me prefiero a mí, quiero gozar de mi libertad, de pasar tiempo haciendo lo que quiero, y ahora lo que quiero es mi refugio y mis objetivos.
—Lo siento, Aarón, será en otra vida. —Me río.
Mi celular suena justo cuando estoy desayunando y viendo una serie, pero como la llamada es de Peter, paro con todo lo que estoy haciendo y contesto.
—Niña, tienes que venir —dice preocupado—. Están tratando de vaciar el lugar.
—¡¿Qué?! ¿Quién? —pregunto muy alarmada.
—No lo sé, lo único que me dijeron es que compraron el local.
No espero más, le cuelgo y me voy a toda prisa hacia el local. El corazón me late a toda prisa y por un momento pienso en que esto es obra de Aarón para presionarme a que vuelva con él. No obstante, lo que me encuentro es una cosa diferente. Es mi padre el que acaba de comprar esto.
—¡¿Qué estás haciendo?! —le grito furiosa cuando me acerco a él.
Papá sonríe de manera malévola y se encoge de hombros.
—Compré el local, ahora debes desalojarlo.
—¡¿Qué mierda?!
—Ninguna hija mía va a humillarse de esta manera. Lo que harás será casarte con otro prospecto que...
—Y yo te dije que te olvidaras de que tienes una hija —lo interrumpo enfurecida.
Mi padre se queda rojo de rabia y aprieta los puños.
—No hablarás en serio, niñata idiota —farfulla.
—Hablo muy en serio, y si comprarás este lugar está bien, hazlo, pero nunca más vas a obligarme a nada —le suelto orgullosa y me aparto de él—. Yo ya no soy tu hija.
—Bárbara...
—Olvídate de mí, papá —le digo con toda claridad y certeza—. Ahora soy dueña de mi propia vida.
Al final no puedo hacer nada contra mi padre, él me desaloja con todo y mis animalitos, a quienes meto en sus jaulas para que no se me pierdan. He de decir que me siento con la moral un poco baja, pero el lado bueno es que me han regresado un poco del dinero por haberme echado sin contemplaciones. Mi padre es un hombre poderoso, pero no invencible. Si me voy de la ciudad es imposible que me siga afectando, así que esa es la decisión que tomo aunque me duela y tenga que comenzar de nuevo.
Caroline y Peter me ayudan a trasladar a mis animales a mi apartamento, pero esa misma noche recibo la notificación de que no puedo tenerlos allí, por tanto, debo llevarlos a otro lugar.
—Dios, ayúdame, ¿Qué haré? —susurro desesperada mientras busco albergues en mi celular.
Me duele mucho tener que separarme de ellos, pero no me queda otro remedio. Papá hará hasta lo imposible por hacerme la vida de cuadritos hasta que me reviente el hígado, porque de ninguna manera voy a acceder a lo que él quiere, ya no, mi vida no es suya. En ese momento tocan a la puerta y me levanto desganada, pero mi corazón se acelera cuando veo a Aarón con una expresión preocupada. Debo admitir que se ve muy sexi con esa cara de buena persona. No parece fingir y eso me agrada.
—Escuché lo que te hizo ese hijo de puta —farfulló enojado—. Bárbara, déjame ayudarte, por favor.
Paso saliva y se me llenan los ojos de lágrimas. Aquel gesto me conmueve mucho y siento en mi corazón que es honesto.
—No quiero ayuda para mí, la quiero para ellos. —Señalo a mis chicos.
—Lo sé, lo sé, pero tengo un lugar al que puedes llevarlos y establecer tu refugio.
—Eso sería genial. —Suspiro—. Pero lo que quiero ahora es encontrar otro refugio, me iré de la ciudad.
—¿Qué? —Su expresión se desencaja.
—He decidido que me voy a marchar y comenzar en otro sitio, lejos de mi padre —le anuncio con voz temblorosa—. Yo... no puedo ni quiero seguir aquí.
—No, no, no puedes irte, Bárbara, tú y yo...
—Elliot, creo que yo me equivocaba contigo, no eres tan malo después de todo. —Le sonrío, y acaricio su rostro—. Pero ahora no puedo ni quiero una relación.
—No puedo comprenderlo —gruñe—. Yo podría protegerte.
—No quiero eso, quiero lograr las cosas por mí misma, quiero empezar de cero, quiero ser libre. Nuestro matrimonio fue una prisión y no estoy lista para entrar a una relación.
—Bárbara, no quiero que te vayas.
Elliot se abalanza sobre mí y me besa con desespero. Yo no puedo resistirme y le correspondo, admitiendo en el fondo que estoy comenzando a sentir algo por él, que esta sensación extraña no la he tenido con nadie. Aun así, no me puedo dejar ganar por mis emociones, no soy ese tipo de persona. El amor de pareja es un compromiso para el que no me siento lista. Lo que deseo es centrarme en mí, en realizarme. Cuando Aarón termina de besarme noto el entendimiento en sus ojos.
—No te quedas, ¿cierto? —Suspira.
—No.
—Bien, pero de todas formas te ayudaré a encontrar un lugar.
—Te lo agradezco, Aarón. De verdad espero que encuentres a alguien que sea para ti.
—Tal vez esa puedas ser tú.
—No lo creo, pero ya veremos qué sucede.
Esa frase es lo que lo motiva a darme una mano amiga para hacerse cargo de los pequeños y a llevarme al aeropuerto cuando me tengo que ir. Es un poco doloroso marcharme, pero creo que es lo mejor que puedo hacer por mí. Acaricio el collar de mamá cuando estoy en el asiento, y suspiro.
Si mamá me viera, estoy segura de que estaría orgullosa de mí.
FIN
.png)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.