Mi nombre es Susana, el día que todo
comenzó era una simple camarera en un mesón, mi trabajo consistía en tomar nota
a los comensales, servirles la comida, retirar los platos sucios, y más tarde
cuando se marchaban dejar la mesa limpia y preparada para otros comensales. Esto
era lo que hacía por las tardes, mientras que por la mañana asistía a la
Universidad. Mi mayor preocupación entonces era encontrar un apartamento e
independizarme puesto que estaba terminando la carrera de Ciencias y no podía
seguir viviendo en el campus universitario. Mis padres vivían lejos, en un
pueblo pequeño cerca del Mediterráneo, sin expectativas para mí a no ser que mi
futuro dependiera de casarme formar una familia y trabajar en la pescadería de
mis padres. Yo lo tenía muy claro, mi futuro estaba allí, en la ciudad. Mis
compañeros de clase se encontraban en la misma situación que yo, a diferencia
de que, ya habían encontrado apartamento compartido, o tenían contactos en la
ciudad donde poder alojarse por un tiempo cuándo terminarán la carrera. Así que
la única opción que me quedaba era buscar en el periódico anuncios donde
alguien necesitara alquilar una habitación o buscar un compañero de piso. Llamé
a varios anuncios y algunos ya estaban dados y otros pedían una cantidad
excesiva de renta. Solo me quedaban los anuncios que habían sido publicados por
hombres los cuales evité pensando en mis padres, si se enteraban...
Pero no tenía otra opción, así que al primero que llamé me sorprendió escuchar la voz de una mujer que al parecer se llamaba Gabriela, pero su diminutivo era Gaby, un nombre de chico, que según me explicó, no le gustaba su nombre Gabriela y por eso la llamaban Gaby. Le pregunté si vivía con alguien más, pero me dijo que no tenía apartamento, sino que lo que estaba buscando era alguien para empezar a buscar uno, ver los precios y demás. Me pareció una buena idea pues así tendría tiempo de hablar con ella y conocerla antes de decidir si quería compartir una vivienda con ella. Me indicó una dirección donde reunirnos para conocernos porque cerca quedaba un apartamento que estaba en alquiler y ella había estado mirando. Cuando llegué vi a una chica de rostro pálido y el cabello de dos colores. Yo ya había dejado esa época atrás, en la que me vestía de negro y me pintaba mechas blancas para parecer más gótica. Ahora parecía una auténtica Nerd, con mi pelo recogido en una coleta y unas lentes.
- Hola soy Gaby.
- Un gusto, yo soy Susana.
- Es ahí -. Señaló con el dedo un edificio de varios pisos y muchas oficinas.
- ¿Has visto otros lugares? - le pregunté.
- Si, pero pedían demasiada renta.
Bueno, en eso coincidíamos, pensé, entonces llegó la asesora de la inmobiliaria y tras presentarnos y contestarle a algunas preguntas que nos formuló, nos dirigimos al lugar. Subimos cuatro pisos por la escalera porque el ascensor se encontraba averiado temporalmente. Cuando entramos no era muy lujoso ni tampoco nuevo, pero sí que era bastante espacioso para dos personas y con una renta que me podía permitir.
- Me gusta -dijo Gaby mientras la asesora iba enseñándonos las habitaciones. - ¿A ti que te parece?
La cocina y el comedor no eran muy espaciosos, pero disponía de dos habitaciones, dos cuartos de baño y una galería. También de un pequeño balcón, pensé que era suficiente para el precio del alquiler.
-Si, a mí también me gusta.
-Entonces no hablemos más -dijo la asesora sacando el contrato.
Lo firmemos allí mismo, hicimos el ingreso de la renta, y varios días después ya estábamos instaladas allí.
Los primeros días de convivencia con Gaby fueron normales, tampoco coincidíamos mucho porque cuando yo llegaba de la Universidad ella estaba durmiendo, trabajaba por las noches en una empresa de seguridad, o eso fue lo que me dijo, y cuando se despertaba yo ya estaba en el mesón donde trabajaba. Hasta que un día…
Tenía que ir al trabajo y no encontraba mi uniforme.
- ¡Gaby! -grité nerviosa desde mi habitación, pero no me contestó.
Salí y la encontré en la cocina merendando, desayunando o cenando. No sé lo que estaba haciendo porque ella no tenía un horario habitual para hacer nada.
- ¿Has visto mi camiseta negra?
-Si -contestó.
Y siguió comiendo mientras yo me quedé ahí de pie con los brazos cruzados esperando que dijera algo más. Entonces me señaló el cesto de la ropa sucia con el dedo índice, ya que estaba demasiado concentrada en masticar todo lo que engullía, como si llevase días sin comer.
- ¿Por qué está ahí? -pregunté mientras la buscaba- ¿Usaste mi camiseta?
Me di cuenta de que toda mi ropa negra estaba ahí, con manchas que yo no había hecho.
- ¿Has estado usando mi ropa?
Se quedó pensando un momento. Dejó de masticar y me dijo como si no tuviese que ver con ella.
– Sí.
- ¿Por qué? -Mi ropa estaba sucia, ella alzó los hombros y los dejó caer.
- No tenía nada con que ir al trabajo.
- ¿Y por qué no la lavas? -le pregunté enfadada. Ella siguió comiendo.
- He estado muy ocupada -dijo tranquilamente.
Rescaté una de las camisetas del cesto de la ropa sucia, la más decente que se veía, y me la puse. Tenía que ir vestida de negro, así era el uniforme, llegaba tarde y no tenía tiempo para comprar otra camiseta.
- Ya que hoy no estás muy ocupada -le dije furiosa-, ponte a lavar tu ropa en cuanto termines de comer, y de paso a la mía.
-Lo que tú digas.
- ¡Y no vuelvas a tocar mis cosas! -la amenacé saliendo por la puerta.
Ese día creí que se lo había dejado claro, pero después de eso todo fue de mal en peor. No solo comenzó a usar mis camisetas; sino también mis pantalones, mis zapatos, y hasta mi ropa interior.
- Vaya, eso sí que es una mala compañera -dijo el agente sentado frente a mí sarcástico.
- Usted quería toda la historia y eso es lo que le estoy contando.
- ¿Me estás diciendo que estás arrestada porque conseguiste un apartamento en un anuncio del periódico? -el agente parecía estar burlándose de mí pero su mirada fría y penetrante me decía lo contrario. Pensé que esa mirada era la misma que utilizaba con todos los que como yo, habían entrado en esa habitación y estaban en mí mismo lugar.
- ¿Eres consciente de lo grave que es esto? -me sentía muy mal en aquel momento; intimidada por la presencia y la voz de aquel hombre y al mismo tiempo molesta porque parecía estar burlándose de mí.
- Ya le dije que solo estaba ahí por mi compañera.
No había dejado de repetir esa misma frase una y otra vez, me pregunté cuánto más me darían de cárcel si le soltaba un puñetazo.
- ¿En serio usó hasta su ropa interior?
-Si -dije cruzando los brazos sobre mi pecho frustrad.
- Tuvo que ser horrible. -Ante su tono irónico parecía hasta que se estaba divirtiendo con la historia. - ¿Y qué pasó después?
Resignada tomé aire y bufé.
- Si me convences de que no has tenido nada que ver en el robo de esta tarde, y de esta noche con el tráfico ilegal te dejaré ir.
- Puse una cerradura en mi cuarto para dejar todas mis cosas bajo llave, pero cuando llegaba a casa siempre había algo fuera de lugar, así que supuse que encontró la manera de abrir la puerta y colarse en mi habitación…-. Comencé de nuevo con mi relato.
…era muy molesto así que un día la amenacé con irme del apartamento, no tenía dónde ir, pero ya no sabía qué hacer. Entonces fue mucho peor, se calmó con lo de no tocar mis cosas, pero entró en juego David. Yo sabía que él y Gaby eran novios o algo así porque algunas veces él se quedaba a dormir en casa, pero empezó a quedarse más seguido. Además de que no eran nada silenciosos en la intimidad, un día desperté y al entrar en el cuarto de baño vi que mi cepillo de dientes no estaba, fui a preguntarle a Gaby, y aunque imaginaba la respuesta; que lo había tomado prestado, ese día se superó.
- Pregúntale a David, lleva una semana utilizándolo.
- ¿Por qué Gaby?
- Porque olvidó el suyo en su casa.
Me di la vuelta hastiada y cansada, y la ignoré. Aquel día no me enfadé, ya había agotado toda mi paciencia, así que sencillamente decidí marcharme de allí. Le había estado comentando a una compañera de trabajo la situación en que me encontraba y me había dicho que podía ir con ella a vivir unos días a su casa, hasta que encontrara otro apartamento, porque el suyo era demasiado pequeño y lo compartía con su pareja. Así que cuando volví de la Universidad empecé a empaquetar mis cosas, era mi día libre en el mesón, llamé a mi compañera de trabajo y le dije que por fin había decidido abandonar aquel apartamento. Ella se alegró por mi. Pero entonces llegó Gaby.
- Quiero hablar contigo.
- Si es por el pago de la renta puedes pedírselo a tu novio, lleva varias semanas viviendo aquí -le dije molesta.
– No, no es eso -lo que menos esperaba de ella era una disculpa.
- Sé que he sido una mala compañera y te lo he hecho pasar mal, pero quiero que arreglemos las cosas.
- Gaby, yo…
- Entiendo que te quieras ir, pero por lo menos déjame invitarte a cenar esta noche, pago yo.
- Gaby igualmente me voy a ir -le dije. Ya había pasado por situaciones similares y siempre era lo mismo; se comportaba durante un tiempo, pero después era mucho peor.
- Lo sé, pero por lo menos quedaremos como amigas.
No me apetecía nada salir con ella, pero pensé que sería la última vez que la vería así que accedí. Salimos un poco antes de casa porque dijo que quería hacerme un regalo, y nos dirigimos al centro comercial. Entramos en una tienda de ropa y pensé que me compraría algunas prendas como disculpa por toda la ropa que me había obligado a tirar por haberla usado ella.
- Y la historia salió mal -dijo el policía nombrando cada uno de los hechos por los que estaba detenida.
- Déjame terminar.
El agente bufó exasperado.
-Ha sido usted quien quería que se lo contara todo -le dije enfadada.
- Continúe entonces.
- Me hizo entrar en un probador y mientras yo me probaba una camiseta ella metía en mi bolso el resto de prendas, ni tan siquiera me dio tiempo a reaccionar. Cuando salí del probador me agarró del brazo y tiró de mí. Me gritó que corriera, yo estaba en un estado de pánico, un policía nos perseguía. Gaby no me soltaba...
- ¿Por qué no te detuviste? -me interrumpió el relato el agente.
- No lo sé. Estaba asustada y ni siquiera sabía lo que había pasado.
- ¿Y el resto?
- Después Gaby me llevó a un restaurante muy alejado del lugar. Yo solo daba las gracias por volver a respirar con normalidad y le pregunté qué diablos había pasado. Entonces me contó la verdad...
- ¿Qué verdad?-me preguntó el policía mientras se levantaba y hacía un gesto en el espejo que tenía frente a mí indicándole a alguien que entrara.
- Me dijo que se llamaba Vanessa y que no trabajaba en una Agencia de Seguridad, sino que era una famosa falsificadora y ladrona.
- Vanessa... ¿Te dijo su apellido?
Lo pensé un poco.
- No lo sé, puede que sí, pero no lo recuerdo estaba muy nerviosa.
Entonces escuché como la puerta a mi espalda se abría y vi a un policía uniformado con una carpeta en la mano. El agente que me estaba interrogando tomó la carpeta y se sentó frente a mí de nuevo. El policía uniformado se acercó al agente y le dijo algo al oído que no pude escuchar, después salió de la habitación.
- Gabriela Martínez trabaja en una empresa de seguridad -me dijo el agente abriendo la carpeta y mostrándome una fotografía de ella donde ponía se busca. - ¿Es ella?
- Sí -contesté mirando la fotografía.
- Pero esta mujer no es Gabriela sino Vanesa -me aclaró el policía-, ella le robó su identidad para hoy llevar a cabo sus planes.
- ¿Qué planes? -pregunté arrugando la frente.
- En su bolso no solo había ropa sino el ejemplar de un libro robado de un museo que cuesta millones.
- Entonces ustedes ya estaban al corriente de todo esto. ¿Por qué me tienen retenida?
- Porque fue usted quien causó el desastre en el restaurante.
Resignada volví a mi historia..., después de contarme que era una famosa falsificadora, Gaby, Vanessa o como se llame me dijo que necesitaba que yo hiciese una entrega, me negué rotundamente, sabía que no era nada bueno. En un principio pensé que se trataba de droga, pero ella me dijo que solo era un simple libro. Yo no la creía, me había estado mintiendo desde que la conocí, pero me amenazó con denunciarme por el robo en el centro comercial. Me aseguró que después de realizar esa entrega no la volvería a ver nunca más. Así que accedí. ¿Qué más podía hacer? Pero mientras esperábamos la comida pensé que no me me libraría tan pronto de ella, se estaba repitiendo la misma situación que cuando estábamos en casa. Ahora me amenazaba con él robo de unas simples prendas de vestir pero sabía que si accedía a entregar ese libro esa sería la siguiente amenaza. Y lo único que se me ocurrió fue iniciar una guerra de comida en aquel restaurante para salir corriendo de allí, pero al salir me encontré con David.
-¿David también formó parte de todo esto?
-Así es.
El agente se levantó se dirigió al cristal y volvió a hacer unas señales. Después se sentó frente a mí de nuevo pero sus ojos ya no transmitían nada, ni ironía, ni frialdad, absolutamente nada.
- David me obligó a entrar en el vehículo el cual yo no sabía que era robado hasta que llegué aquí y nos dirigimos a un local donde yo tenía que entregar ese libro, me dieron instrucciones de cómo hacerlo, dijeron que yo pasaría desapercibida, pero solo sé que en un instante salí del vehículo y en el siguiente instante estaba tirada en el suelo porque alguien me había golpeado.
-¿ Eso es todo?
-Sí, eso es todo.
No sé cuánto tiempo pasó desde que el agente salió y volvió a entrar acompañado de otro oficial.
-Hemos confirmado su coartada Vanessa y David eran delincuentes de tráfico ilegal de objetos antiguos que se dedicaban a robarlos o a falsificarlos y venderlos en el mercado negro.
-¿Entonces puedo marcharme?
-Así es, pero la próxima vez que decida compartir apartamento con alguien asegúrese antes de sus antecedentes.
- Gracias oficiales.
Cuando llegué al apartamento a recoger mis cosas y doné todas las pertenencias de Susana a una asociación benéfica me ahorro mucho trabajo el que ya estuvieran empaquetadas. También leer su diario para hacerme una idea de su historia la cual era realmente aburrida, pero a partir de ahora era mi historia, porque Vanessa Sánchez la falsificadora estaba en prisión junto a su cómplice David. Al llegar al aeropuerto embarque con mi nueva identidad Susana Jiménez: licenciada en ciencias, hija única y nacida en un pueblo del Mediterráneo. Una auténtica Nord con un novio todavía más Nord, el móvil sonó en el bolsillo mientras hacía la cola para subir al avión. Era Carlos.
- Hola amor. ¿Ya estás en Punta Cana?
- Acabo de embarcar ¿Y tu?
- Desembarqué hace ocho horas.
Escuché su risa a través del teléfono.
-Te dije que sería pan comido.
- Sí, de no ser por qué tuve que utilizar su cepillo de dientes durante una semana.
- Gajes del oficio -me burlé de él.
-¿Y el libro?
- En un lugar seguro, ni tan siquiera se dieron cuenta de que era una falsificación. Lo harán cuando se lo entreguen al museo, puedo despistar a la policía, pero todavía me falta mucho que aprender para engañar a los historiadores.
Escuché la risa de Carlos a través del teléfono.
- Tengo que colgar.
- De acuerdo, te esperaré en el aeropuerto cuando llegues. Te quiero.
Corté la comunicación cuando entregué mi billete. Apagué el móvil y me dirigí a mi asiento. El castillo de Otranto, pensé, un insignificante libro que iba hacerme rica para casi toda la vida. Cerré los ojos y pensé en Susana, tan ingenua... unas cuantas semanas en prisión quizás la espabilarían al igual que a su novio David. En cuanto lo llamé desde el restaurante diciéndole que Susana estaba en peligro no tardó ni media hora en llegar con mi auto robado que Carlos le entregó, después nos siguió y allí terminamos todos en comisaría. Excepto Carlos, que ya tenía el vuelo reservado para salir del país.
Relato Publicado en "CASO ABIERTO" CASO ABIERTO: La Trampa/¿Dónde está Jessica?/El Asesinito de Mi Hermana/Amnesia/Secuestro/Letargo/Otro Caso Mas. eBook : Sánchez Soriano, Vanessa: Amazon.es: Tienda Kindle
Pero no tenía otra opción, así que al primero que llamé me sorprendió escuchar la voz de una mujer que al parecer se llamaba Gabriela, pero su diminutivo era Gaby, un nombre de chico, que según me explicó, no le gustaba su nombre Gabriela y por eso la llamaban Gaby. Le pregunté si vivía con alguien más, pero me dijo que no tenía apartamento, sino que lo que estaba buscando era alguien para empezar a buscar uno, ver los precios y demás. Me pareció una buena idea pues así tendría tiempo de hablar con ella y conocerla antes de decidir si quería compartir una vivienda con ella. Me indicó una dirección donde reunirnos para conocernos porque cerca quedaba un apartamento que estaba en alquiler y ella había estado mirando. Cuando llegué vi a una chica de rostro pálido y el cabello de dos colores. Yo ya había dejado esa época atrás, en la que me vestía de negro y me pintaba mechas blancas para parecer más gótica. Ahora parecía una auténtica Nerd, con mi pelo recogido en una coleta y unas lentes.
- Hola soy Gaby.
- Un gusto, yo soy Susana.
- Es ahí -. Señaló con el dedo un edificio de varios pisos y muchas oficinas.
- ¿Has visto otros lugares? - le pregunté.
- Si, pero pedían demasiada renta.
Bueno, en eso coincidíamos, pensé, entonces llegó la asesora de la inmobiliaria y tras presentarnos y contestarle a algunas preguntas que nos formuló, nos dirigimos al lugar. Subimos cuatro pisos por la escalera porque el ascensor se encontraba averiado temporalmente. Cuando entramos no era muy lujoso ni tampoco nuevo, pero sí que era bastante espacioso para dos personas y con una renta que me podía permitir.
- Me gusta -dijo Gaby mientras la asesora iba enseñándonos las habitaciones. - ¿A ti que te parece?
La cocina y el comedor no eran muy espaciosos, pero disponía de dos habitaciones, dos cuartos de baño y una galería. También de un pequeño balcón, pensé que era suficiente para el precio del alquiler.
-Si, a mí también me gusta.
-Entonces no hablemos más -dijo la asesora sacando el contrato.
Lo firmemos allí mismo, hicimos el ingreso de la renta, y varios días después ya estábamos instaladas allí.
Los primeros días de convivencia con Gaby fueron normales, tampoco coincidíamos mucho porque cuando yo llegaba de la Universidad ella estaba durmiendo, trabajaba por las noches en una empresa de seguridad, o eso fue lo que me dijo, y cuando se despertaba yo ya estaba en el mesón donde trabajaba. Hasta que un día…
Tenía que ir al trabajo y no encontraba mi uniforme.
- ¡Gaby! -grité nerviosa desde mi habitación, pero no me contestó.
Salí y la encontré en la cocina merendando, desayunando o cenando. No sé lo que estaba haciendo porque ella no tenía un horario habitual para hacer nada.
- ¿Has visto mi camiseta negra?
-Si -contestó.
Y siguió comiendo mientras yo me quedé ahí de pie con los brazos cruzados esperando que dijera algo más. Entonces me señaló el cesto de la ropa sucia con el dedo índice, ya que estaba demasiado concentrada en masticar todo lo que engullía, como si llevase días sin comer.
- ¿Por qué está ahí? -pregunté mientras la buscaba- ¿Usaste mi camiseta?
Me di cuenta de que toda mi ropa negra estaba ahí, con manchas que yo no había hecho.
- ¿Has estado usando mi ropa?
Se quedó pensando un momento. Dejó de masticar y me dijo como si no tuviese que ver con ella.
– Sí.
- ¿Por qué? -Mi ropa estaba sucia, ella alzó los hombros y los dejó caer.
- No tenía nada con que ir al trabajo.
- ¿Y por qué no la lavas? -le pregunté enfadada. Ella siguió comiendo.
- He estado muy ocupada -dijo tranquilamente.
Rescaté una de las camisetas del cesto de la ropa sucia, la más decente que se veía, y me la puse. Tenía que ir vestida de negro, así era el uniforme, llegaba tarde y no tenía tiempo para comprar otra camiseta.
- Ya que hoy no estás muy ocupada -le dije furiosa-, ponte a lavar tu ropa en cuanto termines de comer, y de paso a la mía.
-Lo que tú digas.
- ¡Y no vuelvas a tocar mis cosas! -la amenacé saliendo por la puerta.
Ese día creí que se lo había dejado claro, pero después de eso todo fue de mal en peor. No solo comenzó a usar mis camisetas; sino también mis pantalones, mis zapatos, y hasta mi ropa interior.
- Vaya, eso sí que es una mala compañera -dijo el agente sentado frente a mí sarcástico.
- Usted quería toda la historia y eso es lo que le estoy contando.
- ¿Me estás diciendo que estás arrestada porque conseguiste un apartamento en un anuncio del periódico? -el agente parecía estar burlándose de mí pero su mirada fría y penetrante me decía lo contrario. Pensé que esa mirada era la misma que utilizaba con todos los que como yo, habían entrado en esa habitación y estaban en mí mismo lugar.
- ¿Eres consciente de lo grave que es esto? -me sentía muy mal en aquel momento; intimidada por la presencia y la voz de aquel hombre y al mismo tiempo molesta porque parecía estar burlándose de mí.
- Ya le dije que solo estaba ahí por mi compañera.
No había dejado de repetir esa misma frase una y otra vez, me pregunté cuánto más me darían de cárcel si le soltaba un puñetazo.
- ¿En serio usó hasta su ropa interior?
-Si -dije cruzando los brazos sobre mi pecho frustrad.
- Tuvo que ser horrible. -Ante su tono irónico parecía hasta que se estaba divirtiendo con la historia. - ¿Y qué pasó después?
Resignada tomé aire y bufé.
- Si me convences de que no has tenido nada que ver en el robo de esta tarde, y de esta noche con el tráfico ilegal te dejaré ir.
- Puse una cerradura en mi cuarto para dejar todas mis cosas bajo llave, pero cuando llegaba a casa siempre había algo fuera de lugar, así que supuse que encontró la manera de abrir la puerta y colarse en mi habitación…-. Comencé de nuevo con mi relato.
…era muy molesto así que un día la amenacé con irme del apartamento, no tenía dónde ir, pero ya no sabía qué hacer. Entonces fue mucho peor, se calmó con lo de no tocar mis cosas, pero entró en juego David. Yo sabía que él y Gaby eran novios o algo así porque algunas veces él se quedaba a dormir en casa, pero empezó a quedarse más seguido. Además de que no eran nada silenciosos en la intimidad, un día desperté y al entrar en el cuarto de baño vi que mi cepillo de dientes no estaba, fui a preguntarle a Gaby, y aunque imaginaba la respuesta; que lo había tomado prestado, ese día se superó.
- Pregúntale a David, lleva una semana utilizándolo.
- ¿Por qué Gaby?
- Porque olvidó el suyo en su casa.
Me di la vuelta hastiada y cansada, y la ignoré. Aquel día no me enfadé, ya había agotado toda mi paciencia, así que sencillamente decidí marcharme de allí. Le había estado comentando a una compañera de trabajo la situación en que me encontraba y me había dicho que podía ir con ella a vivir unos días a su casa, hasta que encontrara otro apartamento, porque el suyo era demasiado pequeño y lo compartía con su pareja. Así que cuando volví de la Universidad empecé a empaquetar mis cosas, era mi día libre en el mesón, llamé a mi compañera de trabajo y le dije que por fin había decidido abandonar aquel apartamento. Ella se alegró por mi. Pero entonces llegó Gaby.
- Quiero hablar contigo.
- Si es por el pago de la renta puedes pedírselo a tu novio, lleva varias semanas viviendo aquí -le dije molesta.
– No, no es eso -lo que menos esperaba de ella era una disculpa.
- Sé que he sido una mala compañera y te lo he hecho pasar mal, pero quiero que arreglemos las cosas.
- Gaby, yo…
- Entiendo que te quieras ir, pero por lo menos déjame invitarte a cenar esta noche, pago yo.
- Gaby igualmente me voy a ir -le dije. Ya había pasado por situaciones similares y siempre era lo mismo; se comportaba durante un tiempo, pero después era mucho peor.
- Lo sé, pero por lo menos quedaremos como amigas.
No me apetecía nada salir con ella, pero pensé que sería la última vez que la vería así que accedí. Salimos un poco antes de casa porque dijo que quería hacerme un regalo, y nos dirigimos al centro comercial. Entramos en una tienda de ropa y pensé que me compraría algunas prendas como disculpa por toda la ropa que me había obligado a tirar por haberla usado ella.
- Y la historia salió mal -dijo el policía nombrando cada uno de los hechos por los que estaba detenida.
- Déjame terminar.
El agente bufó exasperado.
-Ha sido usted quien quería que se lo contara todo -le dije enfadada.
- Continúe entonces.
- Me hizo entrar en un probador y mientras yo me probaba una camiseta ella metía en mi bolso el resto de prendas, ni tan siquiera me dio tiempo a reaccionar. Cuando salí del probador me agarró del brazo y tiró de mí. Me gritó que corriera, yo estaba en un estado de pánico, un policía nos perseguía. Gaby no me soltaba...
- ¿Por qué no te detuviste? -me interrumpió el relato el agente.
- No lo sé. Estaba asustada y ni siquiera sabía lo que había pasado.
- ¿Y el resto?
- Después Gaby me llevó a un restaurante muy alejado del lugar. Yo solo daba las gracias por volver a respirar con normalidad y le pregunté qué diablos había pasado. Entonces me contó la verdad...
- ¿Qué verdad?-me preguntó el policía mientras se levantaba y hacía un gesto en el espejo que tenía frente a mí indicándole a alguien que entrara.
- Me dijo que se llamaba Vanessa y que no trabajaba en una Agencia de Seguridad, sino que era una famosa falsificadora y ladrona.
- Vanessa... ¿Te dijo su apellido?
Lo pensé un poco.
- No lo sé, puede que sí, pero no lo recuerdo estaba muy nerviosa.
Entonces escuché como la puerta a mi espalda se abría y vi a un policía uniformado con una carpeta en la mano. El agente que me estaba interrogando tomó la carpeta y se sentó frente a mí de nuevo. El policía uniformado se acercó al agente y le dijo algo al oído que no pude escuchar, después salió de la habitación.
- Gabriela Martínez trabaja en una empresa de seguridad -me dijo el agente abriendo la carpeta y mostrándome una fotografía de ella donde ponía se busca. - ¿Es ella?
- Sí -contesté mirando la fotografía.
- Pero esta mujer no es Gabriela sino Vanesa -me aclaró el policía-, ella le robó su identidad para hoy llevar a cabo sus planes.
- ¿Qué planes? -pregunté arrugando la frente.
- En su bolso no solo había ropa sino el ejemplar de un libro robado de un museo que cuesta millones.
- Entonces ustedes ya estaban al corriente de todo esto. ¿Por qué me tienen retenida?
- Porque fue usted quien causó el desastre en el restaurante.
Resignada volví a mi historia..., después de contarme que era una famosa falsificadora, Gaby, Vanessa o como se llame me dijo que necesitaba que yo hiciese una entrega, me negué rotundamente, sabía que no era nada bueno. En un principio pensé que se trataba de droga, pero ella me dijo que solo era un simple libro. Yo no la creía, me había estado mintiendo desde que la conocí, pero me amenazó con denunciarme por el robo en el centro comercial. Me aseguró que después de realizar esa entrega no la volvería a ver nunca más. Así que accedí. ¿Qué más podía hacer? Pero mientras esperábamos la comida pensé que no me me libraría tan pronto de ella, se estaba repitiendo la misma situación que cuando estábamos en casa. Ahora me amenazaba con él robo de unas simples prendas de vestir pero sabía que si accedía a entregar ese libro esa sería la siguiente amenaza. Y lo único que se me ocurrió fue iniciar una guerra de comida en aquel restaurante para salir corriendo de allí, pero al salir me encontré con David.
-¿David también formó parte de todo esto?
-Así es.
El agente se levantó se dirigió al cristal y volvió a hacer unas señales. Después se sentó frente a mí de nuevo pero sus ojos ya no transmitían nada, ni ironía, ni frialdad, absolutamente nada.
- David me obligó a entrar en el vehículo el cual yo no sabía que era robado hasta que llegué aquí y nos dirigimos a un local donde yo tenía que entregar ese libro, me dieron instrucciones de cómo hacerlo, dijeron que yo pasaría desapercibida, pero solo sé que en un instante salí del vehículo y en el siguiente instante estaba tirada en el suelo porque alguien me había golpeado.
-¿ Eso es todo?
-Sí, eso es todo.
No sé cuánto tiempo pasó desde que el agente salió y volvió a entrar acompañado de otro oficial.
-Hemos confirmado su coartada Vanessa y David eran delincuentes de tráfico ilegal de objetos antiguos que se dedicaban a robarlos o a falsificarlos y venderlos en el mercado negro.
-¿Entonces puedo marcharme?
-Así es, pero la próxima vez que decida compartir apartamento con alguien asegúrese antes de sus antecedentes.
- Gracias oficiales.
Cuando llegué al apartamento a recoger mis cosas y doné todas las pertenencias de Susana a una asociación benéfica me ahorro mucho trabajo el que ya estuvieran empaquetadas. También leer su diario para hacerme una idea de su historia la cual era realmente aburrida, pero a partir de ahora era mi historia, porque Vanessa Sánchez la falsificadora estaba en prisión junto a su cómplice David. Al llegar al aeropuerto embarque con mi nueva identidad Susana Jiménez: licenciada en ciencias, hija única y nacida en un pueblo del Mediterráneo. Una auténtica Nord con un novio todavía más Nord, el móvil sonó en el bolsillo mientras hacía la cola para subir al avión. Era Carlos.
- Hola amor. ¿Ya estás en Punta Cana?
- Acabo de embarcar ¿Y tu?
- Desembarqué hace ocho horas.
Escuché su risa a través del teléfono.
-Te dije que sería pan comido.
- Sí, de no ser por qué tuve que utilizar su cepillo de dientes durante una semana.
- Gajes del oficio -me burlé de él.
-¿Y el libro?
- En un lugar seguro, ni tan siquiera se dieron cuenta de que era una falsificación. Lo harán cuando se lo entreguen al museo, puedo despistar a la policía, pero todavía me falta mucho que aprender para engañar a los historiadores.
Escuché la risa de Carlos a través del teléfono.
- Tengo que colgar.
- De acuerdo, te esperaré en el aeropuerto cuando llegues. Te quiero.
Corté la comunicación cuando entregué mi billete. Apagué el móvil y me dirigí a mi asiento. El castillo de Otranto, pensé, un insignificante libro que iba hacerme rica para casi toda la vida. Cerré los ojos y pensé en Susana, tan ingenua... unas cuantas semanas en prisión quizás la espabilarían al igual que a su novio David. En cuanto lo llamé desde el restaurante diciéndole que Susana estaba en peligro no tardó ni media hora en llegar con mi auto robado que Carlos le entregó, después nos siguió y allí terminamos todos en comisaría. Excepto Carlos, que ya tenía el vuelo reservado para salir del país.
Relato Publicado en "CASO ABIERTO" CASO ABIERTO: La Trampa/¿Dónde está Jessica?/El Asesinito de Mi Hermana/Amnesia/Secuestro/Letargo/Otro Caso Mas. eBook : Sánchez Soriano, Vanessa: Amazon.es: Tienda Kindle

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