Al mirar a su derecha, fue consciente de que no estaba sola. Volvió a cerrar los ojos, deseando que todo fuera solo un sueño, pero la presencia a su lado era innegable. Mientras luchaba por ordenar sus pensamientos, las imágenes de la noche anterior se ensamblaron en su mente: risas, tragos, bailes y, finalmente, un rostro amable que se volvía más familiar a medida que los minutos avanzaban.
Se sentó en la cama, apoyando su espalda en la pared, en silencio, sin moverse. Su mente daba vueltas, intentando urdir un plan lo antes posible para enfrentar la situación. Quería recordar más detalles de la conversación que habían tenido, de las risas compartidas, de lo que sea que había llevado a esta situación incómoda.
Su acompañante comenzó a moverse y desperezarse. Ella sintió una combinación de alivio y ansiedad. ¿Qué haría ahora? El hombre la miró y le dirigió una sonrisa amistosa.
- Buenos días, Lola - pronunció mientras bostezaba y estiraba los brazos.
Lola asintió, un poco aturdida. Apenas recordaba su nombre, pero por suerte él parecía más al tanto de la situación. Intentó pensar en cómo iniciar una conversación, una conversación que llenara los vacíos en su memoria y permitiera que esta situación incómoda se resolviera con un mínimo de dignidad.
- Mira, creo que es el momento de que te vayas, tengo que ir al trabajo - le dijo con cautela.
El extraño acompañante asintió sin decir nada. Se vistió rápidamente y dejó su número de teléfono anotado en un cuaderno que estaba sobre la mesilla de noche. "Llámame, Víctor", decía el mensaje. Lola asintió, agradeciendo por dentro que él no pareciera insistir. Uno a uno, pensó, al menos tenían un punto de igualdad.
-¿Me llamarás? - preguntó Víctor mientras terminaba de recoger sus cosas.
-Te llamaré - respondió Lola, deseando que la mentira pasara desapercibida.
Esa fue la primera mentira de muchas. Cuando Carlos, su novio, llegó a casa más tarde esa tarde, encontró a Lola inquieta, con la mirada vacía. Al verlo, ella comenzó a llorar, incapaz de sostener la fachada que había construido durante todo el día.
- Claro que si mi amor, si puedes - y la besó con temor a la verdad y la esperanza del silencio.
La verdad y la mentira se entrelazaban en un delicado baile, y Lola sabía que eventualmente tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones. A medida que el tiempo pasaba, la culpa crecía dentro de ella como una sombra persistente, oscureciendo sus pensamientos y minando su alegría.
Lola y Carlos solían ser una pareja inseparable, compartiendo risas, secretos y sueños. Pero ahora, en medio de la incertidumbre y las mentiras, la distancia entre ellos se volvía más palpable. Aunque Lola intentaba comportarse con normalidad, sabía que su conciencia no la dejaría en paz.
Una noche, mientras estaban sentados en su sofá, un incómodo silencio llenó la habitación. Carlos la miró con preocupación en sus ojos, como si pudiera sentir que algo andaba mal. Finalmente, rompió el silencio:
Lola, sé que algo está pasando. Noté que has estado distante últimamente, y quiero que sepas que siempre puedes confiar en mí.
Lola sintió que su corazón se apretaba en su pecho. Quería abrirse, contarle a Carlos todo lo que había sucedido, pero las palabras se atascaban en su garganta. Suspiró y miró a los ojos de Carlos, buscando la fortaleza para hablar.
Carlos, hubo algo que pasó... algo que no te conté. Una noche, hace un tiempo, conocí a alguien. Fue una situación extraña y... terminamos pasando tiempo juntos. Pero te juro que no fue lo que piensas, no había intención ni nada serio entre nosotros.
Carlos la miró, su expresión mezcla de sorpresa y preocupación. Lola podía ver la tormenta de emociones que cruzaba por sus ojos, pero también notó un atisbo de comprensión.
Lola, no importa lo que haya pasado, lo que importa es cómo manejamos esto ahora. La confianza es fundamental en una relación, y si realmente quieres que esto funcione, debemos hablar honestamente y encontrar una solución juntos.
Las lágrimas llenaron los ojos de Lola mientras escuchaba las palabras de Carlos. Se sentía aliviada de finalmente liberar la verdad, pero también temía las consecuencias de sus acciones. Se dio cuenta de que el camino hacia la redención sería difícil y que requeriría tiempo y esfuerzo para reconstruir la confianza que había perdido.
En los días siguientes, Lola y Carlos tuvieron conversaciones difíciles y honestas. Compartieron sus miedos, inseguridades y deseos, trabajando juntos para sanar las grietas que se habían formado en su relación. Aunque el proceso fue doloroso, también les permitió crecer como individuos y como pareja.
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