domingo, 30 de marzo de 2025

El Sapo y la Princesa. (MUJER: Las Historias que no se cuentan)

 


Se mira al espejo y se pregunta porqué no se fijó en ella, piensa en eso que la hace diferente o rara. Sí, esa es la palabra . Se siente rara y ese es el motivo de no llamar su atención, porque para hacerlo debe verse y moverse igual a ellas; a las que tienen el cuerpo de modelo y son coquetas. Pero sabe que si lo intenta, cambiará, y al final no sabe si podrá. Después de pensarlo mucho decide cambiar.

Leyendo en una banca del colegio lo ve pasar y sonríe esperando una respuesta. Su corazón se detiene un momento, el maquillarse como le dijeron era ideal. Cambiar por él fue correcto, aunque todo cayó al suelo como gota de lluvia. 

Una vez más se adentra en su libro. su rostro de pecas la hace distinta al resto, creando armonía como las estrellas en el firmamento. Su manera de reír es diferente a las demás. Lo hace con gracia y con soltura, aunque últimamente ya no ríe, ni tan siquiera aguanta las cosquillas en su estómago cuando lo ve. Ella tan solo es una chica normal que se disfrazó de princesa para gustarle. Si, de esas princesas que salen en las revistas, con el rostro muy maquillado y la ropa a la última moda.‍​‌‌​​‌‌‌​​‌​‌‌​‌​​​‌​‌‌‌​‌‌​​​‌‌​​‌‌​‌​‌​​​‌​‌‌‍Comenzó a dejar un lado su forma de actuar; su risa no se escuchaba, mas ella la ahogaba en el fondo de un mar. Imitó a las princesas de los cuentos en busca de su príncipe azul , pero ella no tiene la delicadeza de esas princesas, ni tampoco lo pretende. Ella tan solo es una chica normal que le gusta vestir con ropa normal fuera de las modas que marcan las revistas, y por eso en lugar de encontrar al príncipe azul; se encontró con un sapo disfrazado de príncipe. 

Sin perder el objetivo de llegar a un amor .Se neutralizaron sus movimientos libres . Ahora era sólo una cara bonita .Se mueve manejada como lo hacen con las muñecas. La ropa está limpia siempre, no hay ni siquiera las manchas de marcador; esas que las recopilaba al subrayar el texto. Lo extraña, y se siente vacía, pero debe seguir disfrazada si no quiere perder lo que consiguió.

Fue un tarde de otoño, todo fue como ella lo soñó. El día perfecto, el lugar perfecto y él debajo de un árbol, las hojas cayendo marchitas por el ciclo de la vida. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. El pecho se le encogió con cada latido del corazón; un corazón emocionado por el momento deseado: La Cenicienta hecha princesa, y el sapo…

El sapo seguía siendo sapo, pero sus ojos no lo veían claramente. La niebla de una ilusión lo cubría, su felicidad era la misma que se refleja en un niño.  En su diario inventó un cuento que se hizo realidad, pero que le costó dejar todo lo que era atrás preguntándose si era correcto lo que había hecho.

Volvió a mirarse en el espejo y sonrió; estaba viviendo un sueño de esos que te roban suspiros y se clavan en tu piel.

Su mirada lo decía todo; estaba enamorada de un cuento de hadas. La chica de pecas desapareció bajo una gruesa capa de maquillaje y un toque rosa. Ese que el quería, el que a él le gustaba. Ahora ya no se ve como una niña, sino como esas chicas que salen en las revistas; con mucho maquillaje y vestidas a la ultima moda; esas chicas interesantes según él. Pero desea gritar que ella no es así, que noes tan malo ser una niña, ni macharse las manos con los marcadores.‍

​‌‌​​‌‌‌​​‌​‌‌​‌​​​‌​‌‌‌​‌‌​​​‌‌​​‌‌​‌​‌​​​‌​‌‌‍Las semanas pasaron y con ellas los cambios; la relación se estancó viajando por medio de megas entre emojis y mensajes .El contacto físico, el real cada vez era mas escaso. Su cuento de amor se quedó dentro de la pantalla de su teléfono móvil. En persona eran dos desconocidos, acercarse era inútil, lo que ella necesitaba, no le pertenecía. El sapo no cambiaba.

La relación acabo y ella sufrió en silencio sin entender lo que hizo mal.  Cambio su forma de ser, de verse, incluso de pensar. Hasta dejó a sus amigas de lado porque a él no le agradaban. Él influyó hasta en sus gustos; ahora era una chica fría, llena de máscaras por él. Por quien la dejó cuando más lo quería

Se siente traicionada por el príncipe que ella ama. Verlo a diario es una tortura, simular que no pasa nada cuando dentro de su corazón solo desea besarlo. Pero eso estaría mal, la verían mal. Una chica no debe actuar así, una chica debe esperar, actuar como una dama. La sociedad marca la conducta y es a esa a quién debe seguir y no a sus impulsos. Tan solo un beso, uno robado ¿Qué podría pasarLa idea deambula una y otra vez por su mente. Esos besos fueron suyos una vez, ahora debe controlarse, aparentar ser fuerte, pero no es lo que parece. Se mantiene alejada, la relación ni siquiera acabo en amistad: todo se fue a la basura, y los recuerdos es lo único que tiene. Decir que todo acabó es muy fácil, pero completarlo no. Fueron dos meses sin saber nada de él, sin estar presente en sus días. Intento sacarlo de su mente haciendo entrar a otra persona y aunque la hacían olvidar al principio después su voz regresaba. Lo podía escuchar, temía llegar a volverse loca. Sentía su aroma y entendió que sería difícil olvidarlo.

Lo que no entendió es como un día, sumergida en los mensajes de texto de tantos extraños, su mensaje llegó. No se detuvo a pensar si era correcto, si al final le causaría daño, sólo le importó el volver a leer sus mensajes.

No regresaron como novios, solo hablaban por wasap, y eso le hizo pesar que él la echaba de menos. Envuelta en palabras dulces y en sueños se olvidó de todo lo que sufrió. Sólo quería estar así, viviendo de nuevo el amor. Él no lo dijo, ella tampoco, temía arruinar los días de chat, se conformaba con eso, tenerlo sólo a través del celular A diario lo veía y ni siquiera hablaban en persona, la relación tomo ese rumbo; un amor por wasap. Pero lo importante era que eran novios de nuevo, sentía que la felicidad volvía, tenía sus besos a diario con emojis. No le importaba recibir tan poco porque hablaban durante horas. Al pasar el tiempo los mensajes llenos de amor no se hicieron esperar. Faltaba el estar juntos, el verse a los ojos, faltaba el abrazo de felicidad, faltaban los besos robados, faltaba tanto dentro de algo tan efímero. Faltaba tener un novio real.

Las inseguridades, los celos, y las peleas llegaron con los días . Los mensajes faltaban y ella era quien pasaba noche tras noche, revisando el chat, esperando un cambio, las fotos no eran suyas, eran de otra. Las preguntas jamás tuvieron respuestas. Tenía que aceptar esa irónica filosofía por tener a su lado a el sapo.

Ya no tenía de que hablar, no tenía ya más nada en común, sólo un chat lleno de palabras fugaces. Temía terminar con lo que siempre soñó, con la ilusión de la felicidad; sin darse cuenta de que eso no era felicidad. Vivía inmersa en una mentir en su día a día; ya no lo tenia, ni siquiera su atención en línea. Lo había perdido . El esfuerzo, los cambios no sirvieron de nada. Estaba sola, ni siquiera se tenía a sí misma. Se perdió en el camino.

Verlo fue el meteoro haciéndola despertar; un millón de razones y una sola decisión: terminar con lo que le causaba tanto daño. No se reconoció cuando lo enfrentó. Era alguien distinta; sin miedos ni inseguridades. Era una chica defendiendo lo que fue, lo que él sin remordimientos le quitó; su esencia, esa que la hacía única. Su traición rompió la última parte que tenía esperanza.

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Ese es el ingrediente que falta para ser humanos.

Esta historia está recopilada en: MUJER: Las Historias que no se cuentan. 
MUJER nos cuenta veinte historias reales de mujeres que han perdido o han ganado. Pero que han sabido luchar.


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domingo, 23 de marzo de 2025

DECISIONES MAL TOMADAS. (Relatos Morales)


Ella solo quiere gustarle a todo el mundo, pero no entiende que eso ni es importante ni es posible. Tiembla y se desespera, se levanta de la cama, se dirige al baño y abre el grifo del agua caliente. Mientras se llena la bañera se mira en el espejo; es hermosa pero solo siente repulsión por su cuerpo. Detesta la sonrisa falsa que todo el mundo ve, que todo el mundo cree, y la tristeza de sus ojos que nadie quiere ver. Solo necesita comprensión, le duele que nadie se la de, pero quizás se la dieran si la pidiera. Nadie la escucha, pero ella tampoco quiere hablar. En la soledad del cuarto de baño llora y pide con gritos silenciosos y plegarias morir, ya no quiere segundas oportunidades, solo desea acabar con todo, acabar con su sufrimiento.

Sus padres no están en casa, han salido de fin de semana. Ellos tampoco ven su dolor, solo piensan que ella está pasando por una etapa mas de adolescencia. Abre el armario y busca una cuchilla, y se prepara a sí misma; por que el suicidio no es cualquier cosa, sabe que dolerá y que sufrirá. Pero piensa que así terminará con su dolor, con su "estúpida" vida. La ventana cerrada del cuarto de baño no deja entrar el radiante sol, no la deja escuchar los cantos de los pájaros, esos que un día le gustaron tanto. Ignora todo, entra en la bañera con la cuchilla en la mano y hace un corte en su muñeca. Sonríe a pesar del dolor y esta vez su risa no es falsa. El agua se va tiñendo de color rojo al mismo tiempo que sus ojos pierden el brillo. El agua se va quedando helada pero a ella no le importa, sabe que le queda poco tiempo. Cuando sus labios pierden el rojo que la caracteriza sus padres llegan de viaje. Su madre la busca en su habitación, la llama pero ella no contesta; o puede oírla. Preocupada, su madre, entra en el baño empujando con fuerza la puerta y haciendo saltar el pestillo. Cuando la ve en la bañera lo primero que siente es un escalofrío. Ni tan siquiera puede gritar, las palabras no salen de su garganta. No cree lo que está viendo, pero reacciona al ver su palidez, llora, grita, la abraza tomando su cuerpo inerte del agua y pide perdón y suplica a quién quiera que sea pidiendo un milagro. Pidiendo que solo sea una pesadilla, pero no puede ser. Su hija ya está muerta.

Una rosa blanca cae sobre su ataúd dos días después. Una madre rota llorando la pérdida de su hija y culpándose de lo mismo. Un padre intentando soportar las lágrimas, intentando engañar a todos los presentes de que ha asimilado su muerte, pero no puede creer que sea cierto la manera en que ella decidió terminar con todo. 

Meses después su madre todavía siente el corazón comprimido en su pecho, a pesar de visitar continuamente al psiquiatra. Su padre aún no lo acepta, pero ha decidido visitar a psicólogo. Sale del bar en el que lleva pasando las horas desde que enterró a su hija mas bebido de lo habitual. Mientras, su esposa decide terminar con la angustia de su corazón. Toma todo el frasco de pastillas que el psiquiatra le ha recetado sin ayuda del agua, se atraganta, está a puto de vomitar, pero no lo hace. Se recuesta en la cama y cierra los ojos esperando el fin del dolor y el sufrimiento.

El hombre regresa a casa a las horas buscando una ducha reconfortante pero al entrar en el dormitorio ve el frasco de pastillas vacío en el suelo, toma a su mujer en brazos sin ninguna esperanza; la historia se repite...

El chisporroteo de la lluvia se escuchaba en la ventana cuando despertó de su sueño, con los ojos todavía húmedos por el llanto a causa de ver como su madre se quitaba la vida por su culpa. Ella no se suicidó por nadie, solo por su egoísmo, mientras sus padres perdían la vida en el camino.

Escucha a su madre en la cocina despedirse de ella a gritos porque tienen que salir de viaje. Se levanta y corre a su encuentro donde la abraza con desesperación gradeciendo que todo haya sido un sueño. Decide en no tomar la decisión que iba a tomar cuando sus padres se marcharan, en la vida hay tristeza, felicidad, y dolor, pero a partir de ahora no volvería a pensar en el suicidio, sino en las segundas oportunidades.

(Este relato se publicará en la antología de Relatos Morales en Enero de 2026) 

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lunes, 17 de marzo de 2025

LOS HOMBROS DE PLOMO. (MUJER: Las Historias que no se Cuentan)


 
Mi abuela decía que existen dos clases de mujeres, las que tienen los hombros de plomo y las que se arrancaron los hombros. Según mi abuela, mi madre es de las que se arrancó los hombros y es por eso que yo tengo que vivir aquí con ella. Porque mi madre se fue de viaje para quitarse el plomo de los hombros, pero no de viaje de vacaciones, sino de viaje para estar lejos. Eso quiere decir que no podía estar más tiempo en la casa donde vivíamos. A mí me gusta esta casa, mas que la de mi madre, aunque esté cerca de un cementerio, porque mi abuela dice que no hay que tenerles miedo a los cementerios, porque es la casa de los muertos, pero que no viven, sino que están muertos, y que, aunque quisieran no podrían hacer daño a nadie, que a quien hay que tener miedo es a los vivos.
Yo le pregunto porque ella tiene miedo a los vivos y que a esos yo no les tengo miedo, y ella me contesta que eso es por niñería, que cuando crezca, como no me empiece ya a sacudir el plomo de los hombros, sabré las maldades de los vivos y les tendré el mismo miedo que ella o que mi madre. Y dice que de todas formas no todos los vivos están vivos, y no todos son malos, que la mayoría son buenos, pero que los malos en cuanto ven una espalda de mujer encorvada por el peso de los hombros saben que está llena de plomo y van a por ella y la hacen desgraciada. Y si eres desgraciada lo que pasa es que te tienes que ir de viaje, pero no de vacaciones.
Creo que lo que mi abuela quiere decir con lo de los hombros de plomo es que algunas mujeres tienen que cargar con mucho peso todos los días, y que no se lo pueden quitar, aunque estén cansadas. Y no sólo cargan el peso que a ellas les ha tocado, sino el de todas las mujeres que vivieron antes. Es por eso por lo que algunas mujeres caminan encogidas. Mi madre antes también era así. Yo no me acuerdo mucho, pero ella me lo dijo y también la abuela. Mi abuela le decía a mi madre que si vendiera el plomo que llevaba dentro podríamos hacer una palangana del tamaño de una piscina y a mí eso me hacía mucha gracia, porque mi madre es pequeña y las piscinas son grandes, y cuando le dije esto a la abuela ella me dijo que el plomo estira y que andara a pedirle el plomo a mi madre para hacernos la palangana, que aprieta el calor. Mi madre la oía y no la escuchaba, porque como dice mi abuela, no todo el que oye escucha, y no todos oyen lo mismo, y yo me reía porque casi podía ver una gran palangana llenita de agua fría con mis primos nadando, porque mis primos son mayores y ellos ya nadan y me van a enseñar.
Creo que sé cuándo mamá se arrancó los hombros porque una mañana, cuando yo aún dormía, oí un golpe muy fuerte en su cuarto, como si fuera plomo contra el suelo y luego fue cuando la abuela me dijo lo del viaje de mamá y que me iba a ir a vivir con ella aquí, en esta casa bonita al lado del cementerio, y que tiene las ventanas abiertas. A mamá no le gusta esta casa, pero no creo que sea porque está al lado del cementerio, porque mamá no le tiene miedo a los muertos, a quién le tiene miedo es a los vivos y por eso puede con tanto plomo, creo que no le gusta porque siempre tiene las ventanas abiertas.
 Porque mamá, en la otra casa, siempre estaba cerrando ventanas y decía que lo único que entra por ellas son los ojos de los vecinos chismosos que todo lo quieren saber. Y que los trapos sucios se lavan en casa y no hay que dejarlos que nadie los vea, yo no entendía el que abriéramos las ventanas con los trapos, porque nunca vi ninguno soltarse del tendedero y salir volando por la ventana, pero yo obedecía y cerraba.
Por eso creo que le gustaba meterme debajo de las sábanas con ella y me decía que en las cuevas se puede hacer todo lo que una quiera porque nadie nos ve y que podíamos reírnos y ser felices y que siempre que ella necesitaba ser feliz se metía en la cueva, así nadie la miraba. Cuando terminaba de bañarme, me ponía una toalla por encima y me llevaba en brazos y me metía entre las sábanas. Luego ella se descalzaba y se metía también, tápanos, tápanos, que se nos escapan los olores del jabón, y ahí escondidas hablábamos y también a veces mi madre lloraba, pero ella decía que no me preocupara, que las lágrimas de la cueva siempre eran de las de felicidad. mi padre nunca nos encontró en la cueva porque era un secreto, y porque en cuanto oíamos la puerta nos levantábamos rápido y ella salía a saludarlo y yo me ponía el pijama, y luego él venía al cuarto a darme las buenas noches.
Un día me levanté para buscarlo porque no venía a la cama y le oí gritarle a mamá y ella empezó a llorar, y no con lágrimas de las de felicidad, sino con las otras, con las que le enrojecían la cara y le hacían ponerse fea. Me fui acercando despacio porque quería abrazarla, como lo hacía siempre que le gritaba, pero entonces los vi en el sillón. Mi padre estaba sobre ella. Mi madre cuando me vio me pidió que me fuera a la cueva, pero yo no le hice caso porque la veía llorar y me acerqué más y mi padre no paraba de chillar y le agarraba las manos y ella decía que me fuera a la cueva y que atrapara los olores del jabón y que todo estaba bien. pero no le hice caso, llegué hasta ella y le rocé el pie y cuando mi padre se  giró y me vio corrí hasta la cama y me metí en las sábanas, pero no pude ser feliz porque algo me agarraba por dentro, como cuando vemos películas tristes. Al rato mi madre se metió conmigo en la cueva y nos quedamos dormidas abrazadas y por la mañana yo ya podía ser feliz y ella también. A la tarde fuimos a ver a la tía Marta que tiene dos gallinas, Paca y Lola. Ella me dejó recoger los huevos y me dijo que me tenía que sentar en el cubo de plástico para vigilar a las gallinas porque si no les quitas los huevos en cuanto los pones, van y se los comen y que entonces no tenemos como para llenar ni siquiera un cartón de los pequeños.
Cuando supe que mi madre se había ido de viaje, me pareció bueno porque a ella le gustaban muchas cosas que no estaban cerca de la casa y que para ir donde estaban había que viajar. Le gustaban las montañas y el sol, pero no muy fuerte y los trenes y los ríos también y más cosas que ahora no me acuerdo. Le pregunté a la abuela que a dónde había ido y que cuándo volvería y la abuela no me contestó, pero eso fue mejor porque así yo me imaginé lo que quise y veía a mamá ordeñando vacas o sentada en un muro de piedra con una cometa que probaba para luego regalármela. Pero pasó mucho tiempo y mamá no volvía y aunque yo estaba muy bien aquí con la abuela, en la nueva casa, quería verla. Sí, es verdad que me puse a llorar, pero es normal, porque me había despertado de un sueño sobre un baile en un jardín muy verde lleno de árboles y flores, pero no había nadie, solo estaba papá. Se oía una música bonita, yo lo miraba todo desde una ventana. De repente llegó mamá al baile, pero no tenía hombros así que las manos estaban como desmayadas sobre la falda y le gritaste que así no podían bailar, que se pusiera los hombros, y ella decía que no quería bailar y la empujaste y ahí me desperté. Mi abuela dice que la mujer que tiene plomo en los hombros es porque la ha abrazado algún hombre de los que tienen las manos empapadas en plomo. Y que esos hombres cuando golpean, golpean fuerte, pero que cuando abrazan, golpean aún más fuerte, y eso no lo entiendo porque pegar siempre es peor que abrazar ¿no?
Ya se me pasó el miedo por el viaje de mamá porque ayer me llamó, sí de verdad, y me repitió muchas veces que me quería y luego se puso al teléfono mi abuela y cuando colgó me dijo que ahora éramos nosotras las que nos íbamos de viaje para reunirnos con mi madre.
Pienso que mi papá no le hizo todo lo que la abuela cree que le hizo a mamá. Pero sí es verdad que tiene las manos llenas de plomo porque cuando me pegó la bofetada aquel día que sonó el golpe contra el suelo me dolió mucho y me sangró la nariz y el labio, y luego me siguió dando golpes hasta que la tía Marta lo agarró. Pero yo no lo odié, y cuando la tía lo echó de la habitación, yo le dije que tú estabas enfermo del plomo y que la abuela lo sabía y que me lo había dicho. Era la primera vez que me pegaba y entonces lloré muchísimo, pero no por el dolor sino porque pensé cuánto le habría dolido a mi madre las veces que le habías pegado.
Ahora mi abuela y yo vamos a ir a buscar a mamá.
La abuela dice que bien fuerte se tienen que sacudir los hombres que tienen plomo en las manos para que se les caiga tanto peso y sean personas normales. Y que cuando se sacuden los trozos que se sueltan salen volando y pueden golpear a los que estamos cerca, y que por eso es mejor que lo hagan solos. Dice que papá no sabe sacarse el plomo, aunque quiera. 
Mi madre me dijo que la abuela se confundía cuando decía que hay dos clases de mujeres, porque en realidad hay tres y que las que le faltaban son aquellas que sí tienen hombros, pero que no son de plomo, sino de hueso como el resto del cuerpo, que así no pesan. Dijo que ella me iba a enseñar a ser una mujer de hombros de hueso para que no me tenga que arrancar nada y a mí eso me gustó, porque yo no quiero tener la espalda curvada por el plomo, pero tampoco quiero dejar de bailar por no tener hombros, porque me gusta mucho dar vueltas con mi amiga Raquel, que seguro que ella tiene los hombros de hueso y su madre también porque las dos ríen mucho y no sólo dentro de las cuevas sino en cualquier sitio.  Mi abuela dice que la música no sirve de nada si no hay gente que la escuche y que la baile. Así que nos vamos a ir con mi madre a bailar porque ya se quitó el plomo, y también va a venir mi tía para ver bailar a mi madre y escuchar la música, y Paca y Lola, porque la abuela dice que la tía Marta no tiene plomo porque tiene dos gallinas.
Esta historia está recopilada en: MUJER: Las Historias que no se cuentan. 
MUJER nos cuenta veinte historias reales de mujeres que han perdido o han ganado. Pero que han sabido luchar.