miércoles, 17 de mayo de 2023

EL ASESINATO DE MI HERMANA. (CASO ABIERTO)


Cuando Ana colgó el teléfono sintió una opresión en el pecho y un nudo en la garganta que le impedía articular cualquier sonido, pero por más que quisiera las lágrimas no acudían a sus ojos.
Se preguntó si se encontraba en un estado de shock o todavía no acababa de asimilar la noticia que la policía de España le acababa de dar por teléfono.
"Por teléfono" , pensó mientras tiró el móvil con gesto furioso sobre la cama y se dispuso a amontonar algunas prendas de ropa indispensables para cuando llegase a España.
Ana era la hermana pequeña de Eva. "Era", pensó, sintiendo remordimientos por no entrar en pánico, ponerse a llorar inconsolablemente, a gritar, o ha hacer cualquier otra cosa emocional.
"Era mi hermana", seguía pensando con la lógica mientras buscaba el neceser de viaje en el baño. "Por que ahora ya no lo soy". 
Ana era la hermana pequeña de Eva por tres milésimas de segundo, pero ahora Eva ya no estaba. Porque alguien la había asesinado en su casa, posiblemente hacía dos días; eso era lo que le había dicho el agente que acababa de contactar con ella por teléfono.
"Posiblemente", pensó mientras metía el montón de ropa y el neceser de viaje en la maleta. Su hermana había muerto ,"posiblemente", hacía dos días, y ella tenía que tomar un vuelo cuanto antes a España para reconocer el cadáver.
"¿Y si no fuera mi hermana?" Se preguntó, pero se respondió a si misma que era "muy probable" que si estaba en su casa se tratase de ella.
Salió de casa pensando que tenía que avisar a su marido de que estaría fuera dos semanas, pero todavía no estaba preparada para darle la noticia.
Ni su marido , ni sus tres hijas conocían a su hermana. Ella irónicamente les había dicho a su familia que su hermana era una copia de ella misma y que no había necesidad de que la conocieran. Pero lo cierto era que no era verdad. Físicamente eran iguales pero "Eva" era especial.
-Vamos al aeropuerto-le dijo al chofer, este se extrañó bastante pero no pregunto.
Eva tenía un talento especial para conquistar a todo el mundo; cuando paseaban por el mercado al lado de su madre Eva jamás hacía un berrinche, pedía algo de algún puesto, o se quejaba de cualquier cosa. "Es un ángel", le decía su madre a los tenderos cuando adulaban a Eva, por lo que Ana quedaba como un demonio aunque no lo dijeran en voz alta. Iba pensando en todo esto cuando se dirigía al aeropuerto en su limusina.
"Eva era especial", y necesitaban que se lo recordaran a diario, que la adularan, y que la dejaran siempre en primer lugar ; en primer lugar respecto a ella, claro. Y por eso cuando se hicieron adultas y cada una tomo una Universidad diferente Eva no supo prosperar, porque Ana ya no estaba y Eva no podía estar en primer lugar.
Ana se licenció en empresariales con seis idiomas distintos, encontró un trabajo en una de las multinacionales más importantes de Londres como asesora y se caso con un multimillonario que no necesitaba  una esposa "especial": que complaciera a todo el mundo y que siempre tuviera una frase agradable. Ana era directa, mediática, y competidora. Le gustaba luchar por sus propios logros y no que se los regalaran a cambio de una sonrisa. No le importaba tener enemigos y mucho menos caerle mal a algunas personas. Todo lo contrario a Eva, que siempre tenía palabras amables y sonrisas para todo el mundo. Quizás por eso Ana vivía en una de las mansiones más hermosas de Londres, disponía de un chofer, una asistenta personal, y una niñera; Y además de tener un marido multimillonario tenía tres ponis, tres hijas, y una casa en el lago para pasar las vacaciones de verano. 
O quizás, pensó Ana mientras bajaba de la limusina, tenía todo esto porque Eva no había aparecido en su vida desde que se mudó a Londres.
Estaba más que segura que de haber invitado a Eva a su casa hubiera conquistado el corazón de toda su familia, porque ella, tal como decía su madre y todos cuantos las conocieron cuando eran niñas, "era especial". Así que ella hubiese quedado en un segundo plano respecto a su familia y Eva se hubiera llevado todo por cuanto Ana había luchado en su vida. No era que la odiase por esto, porque sencillamente: Eva era así. Ni tampoco por haberse llevado todos los cumplidos cuando eran pequeñas. Era; sencillamente como su madre solía dar a entender; Ángel y Demonio; paz y guerra; blanco y negro; fuego y hielo... Pero ahora Eva estaba muerta...


Cuando Ana llegó a Madrid se registró en un hotel, no pensaba por nada del mundo pasar las noche en el piso de Eva. Lo pondría a la venta en una inmobiliaria en cuanto llegase a Londres. Tras dejar su equipaje en la habitación, salió de allí más deprisa de lo que hubo entrado y se dirigió a la comisaria para prestar declaración. después un agente uniformado la acompañó al depósito de cadáveres para reconocer el cuerpo. Si en realidad era su hermana ya no tenía más familia, por lo que el entierro sería en privado y lo mas rápido posible. No conocía a los amigos o conocidos de su hermana, ni tan siquiera sabía donde trabajaba; le había dicho que hacía tiempo que estaba trabajando como secretaria en una multinacional de telecomunicaciones, y esa era toda a la información que tenía de Eva. Cuando entró en la morgue el estómago se le encogió; su hermana no se parecía en nada a ella; su cuello estaba morado y negro, su cara abierta y cosida supuestamente por la autopsia–. La putrefacción se había extendido y el hedor la golpeó tan violentamente que tubo que correr al baño para vomitar. Pero después de hacerlo volvió a la sala donde se encontraba el cuerpo de Eva y le pidió al forense que le mostrara el cuerpo de nuevo.

El forense y el policía que estaban allí cruzaron una mirada.

–¿Está segura?

–Si.

Cuando el médico dejó al descubierto el cuerpo de Eva Ana buscó en el algo que las diferenciase. No encontró nada: ni tatuajes, manchas, o cicatrices. Así que reconoció aquel cuerpo mutilado como el de su hermana y después de firmar un montón de papeles salió de allí.

Ocupó su mente en todo lo que le quedaba por hacer en Madrid para no tener que pensar en nada más.. No tenía ni idea de por donde empezar pero en su cabeza ya se estaban formando algunas ideas: cambiar su imagen para parecerse lo más posible a Eva, contactar con un profesional que la ayudase, y lo más difícil: entrar en el ámbito social de Eva. Además de esto, tenía que organizar el funeral y contestar a las más de treinta llamadas que tenía de Londres. Sobre todo a las de su familia. ¡Maldita sea! Pensó  ¿Qué le iba a decir a su familia? Necesitaba tener sus pensamientos claro, se decía a si misma mientras caminaba sin rumbo por las calles de su antigua ciudad. 

Hasta el aroma del aire le traía viejos recuerdos. Recuerdos con Eva... Suspiró profundamente intentando sacar esos pensamientos de su cabeza. No podía permitirse sentir nostalgia, ni tan siquiera se podía permitir el dolor de la perdida. Eva estaba muerta. Y ella necesitaba pensar con lógica y mente fría. Ya lloraría todo lo que tuviese que llorar cuando llegase a Londres. Ahora necesitaba centrarse en los próximos pasos que iba a dar para encontrar a la persona que había matado a Eva, y por supuesto; planear su venganza.


Ana salió del centro de peluquería con el mismo color de pelo que cuando tenía quince años. Envió un mensaje a su marido preguntando por las niñas y diciéndole que todo estaba bien. No pensaba darle las noticias por teléfono, aunque se lo contaría todo en cuanto llegase a Londres. Lo peor ya casi había pasado. Había organizado el funeral y había enterrado a Eva . Se dirigía al centro comercial mientras buscaba en el móvil el teléfono de un investigador privado , no confiaba en que la policía encontrase al asesino de su hermana, ni siquiera en que se molestaran en buscarlo. Quedó con el investigador al día siguiente en casa de su hermana. Se vistió en una de las tiendas del centro comercial con un burka que cubría todo su rostro y lo pagó en efectivo. La cajera la miró con ojos curiosos pero no hizo preguntas. Así vestida empezó a sentirse más cómoda, a pesar de ser guapa y tener buen tipo también era igual que su hermana y cuando alguien la miraba por más de treinta segundos dudaba si era porque sí, o porque conocía a su hermana.

Se dirigió al piso de Eva en taxi. Tenía una bonita casa en el centro de la ciudad, aunque no se podía comparar con su mansión en Londres. Ese pensamiento la llenó de remordimiento, ¿Por que nunca hubo invitado a Eva a su casa? Echó un rápido vistazo al salón y vio la inmensa mancha de sangre y el montón de etiquetas que la policía  dejó esparcidas por el suelo; ni siquiera se habían molestado en llevárselas. Apuntó mentalmente que tenía que llamar al servicio de limpieza después de su cita con el detective. Quizás él encontrase algo que la policía había pasado por alto. Habían vidrios por todos los rincones, por una posible pelea entre su hermana y alguien más, imaginó, pero...¿Quién era ese alguien? 

Ana entró en la cocina, estaba escrupulosamente limpia, abrió unos cuantos armarios y le recordó a los viejos armarios de la casa de sus padres. Eva ordenaba todo de la misma manera que su madre. Se preguntó en que momento de su vida ella había olvidado todo aquello. Recordó que una de las costumbres de Eva era escribir en un diario. Con paso decidido se dirigió a las habitaciones, llegó a una donde se quedó en el umbral de la puerta asombrada al ver que una era idéntica a la que tenían cuando eran pequeñas, excepto que solo había una cama y era más grande. Buscó fotografías pero no encontró ninguna. Abrió el armario y registró cada rincón, cajones, escritorio, miró debajo del colchón, de la almohada, dentro del zapatero... No encontró nada. Pensó que los tiempos cambian y que, posiblemente su hermana dejó de escribir una vez pasada la adolescencia. Se fijó en un portátil que estaba sobre una estantería y tubo una premonición. Lo encendió, introdujo su nombre como clave y...¡Bingo! Nunca creyó que fuera cierto que los gemelos tienen pensamientos telepáticos, pero la clave de su portátil era el nombre de Eva. Encontró el diario enseguida, los tiempos cambian, pero las costumbres jamás. Era bastante extenso, se dijo que lo leería mas detenidamente en otra ocasión y fue directa a la última pagina. 

"Acabo de pedirle a Juan que venga para hablar, creo que para él solo soy un juguete para distraerse de su rutina matrimonial. Hace mucho tiempo que debería haber hablado con él. Es la conversación más difícil que voy a tener en toda mi vida..." Ana no se lo podía creer, no solo había descubierto al asesino de su hermana, si no que tenía una relación oculta. Pero:¿Quién diablos  era Juan?


Miró su móvil y vio que todavía quedaban treinta minutos para que el investigador llegase, así que se sentó en la silla del escritorio de Eva con el portátil y buscó una entrada más antigua en el blog.

"Acabo de darme cuenta de que Juan jamás dejará a su esposa, he ido a su casa mientras él estaba en la oficina. Estaba decidida a contárselo todo pero cuando he llegado allí , he visto el bulto en su barriga. Se me ha hecho un nudo en la garganta. Aunque apenas se le note , está embarazada. Ella solo ha fruncido el ceño cuando me ha visto. Siempre hemos tenido una buena relación en la oficina pero jamás había ido a su casa. Así que después de preguntarme que me llevaba hasta allí no he podido hacer nada más que contarle una mentira. Tendrá que ser él quién se lo diga."

Ana dio un respingo al escuchar el timbre de la puerta. El investigador, pensó mientras iba a abrir. Era un hombre joven y guapo. Después de presentarse formalmente Ana le contó lo ocurrido y lo que había descubierto en su blog. El miró el blog, se envió una copia a su correo y apuntó algo en un papel antes de despedirse de Ana. Ella se dirigió al hotel con el portátil de su hermana. Ahora sólo quedaba esperar a que ese hombre hiciera su trabajo.


La lectura del diario de Eva la mantuvo despierta parte de la noche, y la otra parte la pasó dando vueltas en la cama. Estaba amaneciendo cuando Ana se levantó de la cama sin haber pegado ojo. Se dirigió a casa de Eva con una opresión en el pecho y cuando estuvo allí abrió el armario y se cambió de ropa. Quería parecerse a Eva lo más posible, y también quería ver a ese maldito Juan. Ver al maldito Juan y mirarlo a los ojos.

Cuando llegó a la dirección que el investigador le había facilitado por wasap se encontró con un enorme edificio de cemento gris; al parecer el tal Juan tenía una importante empresa.: era el propietario y el director de la misma, y había contratado a Eva hacía un año. Su hermana se coló por él en menos de tres meses; trabajaba hasta altas horas de la noche solo por tener un momento para estar con él a solas. Él la felicitaba cada día por su trabajo y también  por su ropa, su cabello, casi por todo...Eva necesitaba ser reconocida, pensó Ana mientras su cabeza no podía salir de todo lo que había leído en el diario de Eva, por eso Eva se enamoró de él. A pesar de que él estaba casado y tenía dos hijos. Y corriendo el riesgo de ser el chisme de la oficina. Al contrario que ella, Eva siempre había sido muy fácil de manipular. Y al final, ocurrió todo lo que Eva ya sabía de antemano, y además de ser la comidilla de todos en la oficina, la mayoría también le dieron la espalda. 

Antes de entrar al edificio, un par de mujeres que fumaban en la puerta le lanzaron una mirada lasciva. Ana continuó su camino. Subió por la escalera preguntándose done dirigirse. ¿Dónde se sentaría Eva? ¿Qué iba ha hacer allí? El móvil vibró en su bolsillo y justo en el momento que lo fue a coger un vaso de plástico lleno de café rodó por la escalera salpicándolo todo. Ana alzó la vista y vio al desconocido en lo alto de la escalera mirándola como si viera a un fantasma. ¡Por todos los cielos! Ella se sorprendió todavía más que él. Ese hombre era exactamente igual que su marido. Ana le lanzó su mejor sonrisa y continuó subiendo la escalera. Él la señaló con un dedo  y temeroso retrocedió como si hubiese visto un fantasma y a pasos agigantados corrió a encerrarse a su oficina. Todos voltearon hacia Ana  mientras se dirigía a una mesa vacía donde se sentó. Era la mesa de Eva, lo supo porque cada cosa estaba colocada en su lugar como siempre lo hacía Eva. Empezó a revisar papeles como si estuviera ocupada en algo hasta que la gente a su alrededor se despreocupó de ella. Nadie se le acercó a preguntar por que no había acudido a la oficina, ni tampoco alguien la miró con gesto extraño. Todos creían que ella era Eva, a excepción del hombre que había entrado en pánico y estaba encerrado en otra oficina privada donde una placa en la puerta indicaba:  "Director". Ana no sabía exactamente lo que había ido ha hacer allí; sacó el móvil del bolsillo y miró el wasap que le había llegado momentos antes. Eran fotografías de Juan. "Es él", pensó. Sintió que la gente de alrededor de ella empezaba a ponerse nerviosa al escuchar el repiqueteo rápido de unos tacones que se aproximaban.

–¡Tu! –gritó la mujer señalando a Ana – ¡No puedes estar viva!

Eva miro primero su prominente barriga y después su rostro enfadado.

–¿Ocurre algo malo? –le preguntó sarcástica.

La mujer parecía que estuviera poseída por un demonio, su rostro estaba rojo a causa de la ira y sus puños blancos. Se abrió la puerta del despacho de Juan, y este salió e intentó calmar a su mujer, pero no tubo éxito. Todos alrededor los miraban expectantes.

–¡No puedes estar viva!

Eva alzó los hombros y los dejó caer con gesto tranquilo.

– ¿Quieres que me levante y me de unas vueltas para que me veas mejor? – soltó hiriente.

– ¡Yo te maté con mis propias manos! ¡Tú! –se giró mirando a Juan –. Dijiste que estaba muerta. Te aseguraste de ello ¡Mentiroso!

Comenzó a darle puñetazos mientras él intentaba zafarse de ella, pero tenía demasiado miedo y estaba demasiado asombrado mirando a Ana.

– ¿Eres un fantasma? –le pregunto con voz temblorosa.

Ana se puso en pie, miró fijamente a los ojos a cada una de las personas que estaban allí y ninguna tubo el valor de apartar la mirada y darle la espalda como hicieron con Eva.

Sacó su móvil y marcó el número de la policía mientras su mente calculaba y planeaba los próximos pasos a seguir.

–Buenos días -saludó a l agente-.Soy la hermana de Eva Gonzáles, la mujer que fue asesinada en su casa hace tres días, y acabo de descubrir a sus asesinos...

Todos la miraban expectantes. Y ella, mientras relataba los hechos a la policía miraba cada rostro de las personas que le dieron la espalda a Eva. Estaba segura de que todas aquellas personas se quedarían sin trabajo en cuanto Juan y su esposa fueran detenidos, y también de que ella disponía de los recursos necesarios: cómo contactos y dinero para que la carrera profesional de todos ellos terminase allí mismo. Esa sería su última jugada en el juego de la venganza, pensó mientras colgaba el teléfono. Cuando la pantalla se puso en negro vio su rostro reflejado, el de Eva y el de la primera persona que la traicionó. 

Puedes leer otra parte de este relato aquí: ACUSADA

Relato Publicado en "CASO ABIERTO" CASO ABIERTO: La Trampa/¿Dónde está Jessica?/El Asesinito de Mi Hermana/Amnesia/Secuestro/Letargo/Otro Caso Mas. eBook : Sánchez Soriano, Vanessa: Amazon.es: Tienda Kindle
 

INFIEL (Relatos)

El mar estaba tranquilo como siempre en aquella época del año y las olas mansamente llegaban a la orilla de la playa para alejarse de nuevo. 

Malena estaba tumbada sobre una toalla en la arena junto a Mario. Llevaba puestas unas oscuras gafas de sol y no había pasado inadvertidas las miradas de los hombres  que se posaban sobre ella cada vez que se erguía para untarse más bronceador. 

Sabía a ciencia cierta que a pesar de sus treinta y cinco años seguía siendo atractiva; su cuerpo parecía casi perfecto y su bikini se ajustaba a cada una de sus curvas como una segunda piel; su cabello no era ni demasiado largo, ni demasiado corto, si no una media melena de color castaño. Era consciente del efecto que producía sobre el género opuesto; casi todos la deseaban. Excepto, claro estaba, el hombre que estaba tumbado junto a ella: su marido. Aunque sinceramente, esto era lo que menos le importaba a Malena de Mario. Llevaba demasiado tiempo junto a él para que esto le preocupase. Creía que existían otras cosas más importantes en una relación cuando la pasión de los primeros años quedaba en el pasado, como por ejemplo; crear una familia; tener complicidad entre ambos; un apoyo sentimental...En fin, todas esas cosas que se supone que surgen del amor, la convivencia, y el mat5rimonio. Pero que ella no tenía. En los diez años que llevaban casados y quince viviendo juntos, lo único que había cambiado era eso: que la pasión se había terminado, y con ella la ilusión de tener hijos y atarse más a Mario. 

Las ganas de despertarse junto a él el resto de sus días también se habían ido. Aunque al principio había pensado que debía ser fascinante despertarse todos los días junto al perfecto cuerpo de ese hombre, esa ilusión , también había desaparecido. El físico de Mario que era propietario de un gimnasio, era espléndido; y esta era la única satisfacción que tenía Malena en su vida diaria. Sobre todo porque seguía siendo la envidia de sus amigas que todavía la alagaban con comentarios que relacionaban el físico espectacular de Mario, con su supuesta habilidad en la cama. Pero Malena ya estaba cansada de despertar junto a un cuerpo frío desde hacía mucho tiempo. Se dio cuenta de ello al mismo tiempo que se dio cuenta de que los coqueteos de él con las chicas nuevas del gimnasio ya no le molestaban. No obstante, y sin saber porque, quizás porque le había tomado cariño, Malena estaba en esa playa con él porque pensaba darle otra oportunidad. Una última oportunidad. 

Se había planteado dejar a Mario muchas veces, pero lo cierto era que no tenía ningún motivo razonable para hacerlo. Jamás discutían porque ya no tenían nada de que hablar, ni existían discrepancias entre ellos porque a ninguno de los dos le interesaba la vida del otro. Así que, ni brotaban sentimientos, ni existían. Y lo único que la unía a Mario era nada. Y el único motivo que tenía para dejarlo era que estaba en un relación donde veía sumergirse su vida lentamente.


    Mario se irguió en la toalla y miró el mar. Era casi perfecto, como la mujer que tenía a su lado. Para él Malena era la belleza, la dulzura, y el amor incondicional y absoluto. Pero no sabía a ciencia cierta que había ocurrido en su relación. Al principio se habían amado y deseado con el fuego de la pasión. Y en todos los años de convivencia, él no había dejado de moldear su cuerpo en el gimnasio con la única intención de que ella no perdiera el interés en él. Aún así, había ido notando poco a poco como la llama de la pasión se apagaba. No le había costado mucho darse cuenta del desinterés que Malena mostraba en él. Esto apresaba su vida diaria y le parecía que no era justo. Siempre había pensado que su relación no sería como la de aquellas parejas que después de muchos años de convivencia solo continuaban por inercia, o la de aquellas otras que tenían hijos con el fin de tener algo en común que las siguiera uniendo, y de paso tener algo de que hablar para no tener que hablar de sus necesidades intimas. De hecho, recordaba como Malena, al principio, se interesaba por su trabajo e incluso iba a ayudarlo muchas veces al gimnasio. Pero las conversaciones sobre esteroides, métodos de musculación, concursos de culturismo, e incluso el último chiste sobre la señora gorda que quería perder kilos, se había ido agotando a causa del poco interés que ella mostraba. Ahora las conversaciones tan solo giraban entorno a los problemas económicos causados por las instalaciones del gimnasio. Como si le echara en cara la crisis financiera por la que llevaban pasando diez años con restricciones y pagos al banco que apenas les permitían vivir con comodidad. Por eso Mario había decidido tomarse unos días al margen de su rutina diaria y había llevado a Malena a aquella playa en un último esfuerzo por salvar su relación. Y porque además necesitaba olvidar los e-mails que llevaba recibiendo durante seis meses en su correo privado. 

Bajo ninguna circunstancia le quería ser infiel a Malena, pero de otra manera pensaba que si la naturaleza había dotado al hombre con la capacidad de sentir emociones, tenía que ser para que el hombre las utilizase. Y la muer que yacía a su lado, por hermosa y perfecta que fuera, había hecho que Mario dejase de sentir todas estas emociones hacía mucho tiempo. Pero alguien sin identidad, sin rostro, sin cuerpo...,sin nada excepto unas cuantas palabras enviadas a su correo, había hecho que todas estas emociones despertaran otra vez en su interior. Porque necesitaba sentirlas de nuevo, …y si no...¿Cuál era la razón de su existencia? Y por eso, aplazando todos los pagos del gimnasio, se encontraba en esa playa junto a su mujer. Pero el remedio había sido peor que la enfermedad, cada día que pasaba, cada hora, y cada minuto, Mario echaba más de menos esos e-mails. Porque los silencios y las carencias de emociones compartidas entre él y Malena se hacían cada vez más evidentes. Y allí, en esa playa, tenían demasiado tiempo libre, y ese tiempo a Mario se le hacía cada vez más insoportable, como si las varillas del reloj estuviesen pausadas a cámara lenta y las horas se hicieran interminables. Además no tenían con que compartir estas horas, ni con que llenar los minutos. Cada uno de los dos, incluso se exhibía en la playa de manera diferente. A ella le gustaba sentirse guapa y deseada, pero a él también le gustaba sentirse de esa manera, y ninguno de los dos era el objeto de deseo del otro, sino más bien de indiferencia. Y lo que era aún peor, ni siquiera querían serlo. Por eso Mario estaba deseando llegar a casa e ir al gimnasio y abrir su correo privado. Porque allí si que era objeto de deseo, allí si que sentía emociones y sentimientos. Y además, allí le esperaba la mujer sin identidad para concretar la cita con él que él mismo había ido atrasando por lealtad a Malena. Y yodos los intentos o ninguno de salvar su relación habrían fracasado en cuanto llegase al gimnasio. Era consciente de ello, pero por lo menos lo había intentado. Llevaba mucho tiempo evitando la tentación, no quería serle infiel a Malena, pero a esa alturas, que le importaba; su relación se basaba en la monotonía y el aburrimiento. Y ella por su parte, tampoco había puesto intención o ganas de que esto cambiase.


    Malena estaba sentada en la terraza de una cafetería cerca del gimnasio del que ella y Mario eran propietarios. Llevaba puesto un vestido de lino blanco que resaltaba el bronceado que había tomado su piel tras los seis días que había pasado junto a Mario en aquella playa. 

El tráfico aquella mañana era tranquilo y fluido y los caminantes eran pocos aquella por el sofocante calor. Si no fuera por los charcos que todavía estaban en el asfalto, nadie diría que la noche anterior hubiese caído semejante tormenta. Brillaba el sol y el cielo tenía un color tan azul que casi parecía irreal. Mientras sorbia su té helado pensaba en todo lo que había ocurrido en la playa a la que su marido la había llevado con tan buenas intenciones. Pero también esperaba impaciente a Rita mientras se preguntaba que habría ocurrido la noche anterior. Mario no había llegado a casa hasta bien entrada la madrugada, y ella había fingido estar durmiendo desde que él se había metido en la cama hasta que se había levantado para ir al gimnasio.


    "¿Que clase de hombre soy?". Se preguntaba Mario mientras el agua caliente de una de las duchas del gimnasio caía sobre su rostro. Pero no sentía culpa. Él era un hombre y un buen marido. En todo el tiempo que llevaba con Malena no la había dejado sola ni una sola noche; hasta hacía unas horas. 

"Soy un hombre que necesita sentir", se decía a sí mismo. Además ella ni se había dado cuenta...o quizás si, se cuestionaba mientras cerraba el grifo y salía de la ducha. 

Cuando llegó a casa ella estaba dormida y él no la molestó. Se tumbó junto a ella en la cama como llevaba haciendo desde hacía tiempo; sin apenas tocarla. La única diferencia era que se había acostado más tarde de lo habitual. Desayunó y se dirigió al gimnasio, ni siquiera había utilizado la ducha de casa para no despertarla. Se dio una ducha rápida en el hotel y ahora en el gimnasio. Además, no tenía ninguna llamada perdida de ella en el móvil. 

"Soy un buen hombre y un buen marido", se volvió a decir mientras se secaba el cuerpo húmedo con una toalla y se miraba en el espejo. 

Tenía pensado decirle a Malena que se quedó dormido en la oficina del gimnasio mientras revisaba unas facturas, pero no había hecho falta decir nada. De todos modos, aprovecharía esa excusa para otra ocasión. Porque era un hombre que necesitaba sentir. Sentir y desear, se decía a sí mismo; sentirse deseado. Podía ir cuantas veces quisiera a esa habitación de hotel a satisfacer sus necesidades. Podía amar cuantas veces quisiera a la mujer sin nombre y olvidarla en cuanto saliera de esa habitación. Y aunque no pudiera sacarla de su cabeza, haría un esfuerzo por sacarla de su vida real. De la vida que tenía junto a su mujer. Si, amaría a esa mujer durante un rato una vez por semana y después volvería a su vida diaria; a su matrimonio, a su aburrimiento, y a seguir con sus obligaciones. Aunque pensándolo de otra manera, haber estado con esa mujer solo tenía un nombre: infidelidad. Todo lo demás se podía pasar por alto; los -mails, los sentimientos, los deseos...A todo eso se le podía dar otro nombre, por ejemplo: coqueteo; ilusión; danza de la seducción...Pero haber estado dentro de esa mujer solo tenía una palabra como respuesta. 

"Soy un hombre satisfecho", se dijo a sí mismo frente al espejo, sonrió a su reflejo y se dijo que era un hombre que conseguía lo que deseaba. 

Había sido infiel, pero volvería a ser fiel de nuevo. Podía ir a esa habitación a apaciguar el fuego de la pasión con esa mujer, pero después volvería a ser un buen hombre y un buen esposo. Y volvería a la seguridad de su hogar junto a Malena. No iba a dejar que esa relación contaminase su hogar y su matrimonio, pero la necesitaba. Tenía que poner unos límites para ser un hombre satisfecho, y esos límites eran que volvería a ser infiel una noche a la semana, y después volvería a ser un hombre casado y fiel.


    Malena vio que Rita pasaba por delante de ella buscando un lugar para estacionar y levantó la mano a modo de saludo. Sintió un hormigueo en el estómago cuando Rita le devolvió el gesto. Se sentía nerviosa y emocionada a la vez. Rita tenía todas sus respuestas. Hacía mucho tiempo que a Malena se le ocurrió la descabellada idea de contratar a alguien para comprobar si su marido le podía ser infiel. Buscó en Interned y encontró a Rita. Ella era profesional: podía convertirse en cualquier cosa; amante, criada, esposa,...en cualquier cosa que el dinero pudiera pagar y con la mayor discreción. Trabajaba sola y después de terminar su cometido desaparecía. Así de simple. Con ella no había una segunda vuelta. Pero ahora se cuestionaba si cuando contactó con ella lo hizo por poner a prueba la fidelidad de su esposo, o, simplemente buscaba un pretexto para abandonarlo.

Rita pasó de nuevo en su vehículo por delante de Malena porque era bastante complicado encontrar allí un lugar para aparcar. La saludo de nuevo con el mentón desde el interior del vehículo y siguió buscando un hueco libre. Malena se dio cuenta de que sonreía; era lo que siempre hacía cuando recordaba a Rita o alguna de sus historias. Malena no tenía amigas desde que conoció a Mario, tan solo unas cuantas conocidas, pero nadie de confianza con quien poder hablar. Pero desde que conoció a Rita entablo una gran amistad con ella y confianza. Rita le pareció desde el principio una mujer fascinante. De tantas cosas habían hablado y tantos sentimientos habían cambiado desde la primera vez que se vieron, el primero era la culpa, el segundo lo que crecía en el corazón de Malena. Y todo esto no lo podía cambiar. 

Jamás creyó que ella sería la primera en ser infiel en su matrimonio. Pero necesitaba las caricias de Rita, y sentir su cuerpo desnudo junto al de ella. Anhelaba sus manos y sus labios cada vez que se despedían. Sentía un fuego en su interi0r y Rita era la unca que lo podía apagar. Jamás le hubo pasado algo parecido, ni siquiera con Mario durante los primeros meses de relación. Tanto habían cambiado sus planes que ahora Malena no sabía el rumbo que iban a tomar los acontecimientos. Y lo peor de todo era no saber que iba ha hacer Rita una vez finalizado su trabajo, ¿realmente existía una pasión verdadera entre ellas?...o, ¿simplemente Rita se había metido en su papel y los sentimientos no eran mutuos?

Relato Publicado en: Relatos. (Relatos Morales) eBook : Vanessa: Amazon.es: Tienda Kindle

miércoles, 10 de mayo de 2023

LA MECEDORA DE LOS SUEÑOS ROTOS. (Relatos)

Aquel día, Lisa se despertó antes de que saliera el sol, como llevaba haciendo durante veinte años. Se vistió deprisa con unas zapatillas deportivas y un chándal. Hacía mucho tiempo que no se arreglaba para salir a la calle. En realidad, ni siquiera salía a ningún sitio. Al volver del trabajo, pasaba por el supermercado, hacía las compras necesarias y después se encerraba en casa hasta el día siguiente.

Salió de su habitación en penumbras. Conocía cada rincón de su pequeño apartamento mejor que la palma de su mano. El salón era una estancia sin grandes pretensiones: un sofá cama frente a un televisor anticuado sobre una cómoda, una mesa con cuatro sillas que separaba el salón de la cocina —equipada apenas con lo indispensable—, y frente a ella, en la otra pared, la única ventana del piso. Por desgracia, daba a un callejón trasero. El único paisaje visible a través de ella eran dos contenedores de basura. Aunque, de vez en cuando, si se sentaba en la vieja mecedora colocada justo bajo esa ventana, podía ver la luna. "La mecedora de los sueños rotos", la llamaba ella.

Cruzó el salón y entró al baño. Abrió el grifo del agua caliente y esperó a que saliera limpia. Después de acicalarse, se secó el rostro con una toalla y se observó en el espejo. Su piel ya estaba marcada por las primeras arrugas de los cuarenta, y sus ojos, azules como el cielo, habían perdido el brillo desde hacía tiempo.

Mientras se cepillaba el cabello, recogiéndolo en una coleta alta, pensó que su figura se había encorvado por los años de trabajo en la embotelladora. Su melena negra, de la que solía sentirse tan orgullosa, también había comenzado a tornarse gris.

Ató su cabello con una goma elástica y salió del baño en busca de su bata de trabajo. Cruzó de nuevo el salón y volvió a su habitación. Allí, tras la puerta, colgada en su lugar habitual, la encontró. Se la puso de forma automática. Lisa era una mujer de costumbres, como un reloj cuyas agujas recorren siempre el mismo camino. Cuando algo rompía su rutina, se sentía perdida.

Salió de casa y se dirigió al trabajo. Las calles estaban desiertas y apenas iluminadas por las farolas. Solo el lejano chirrido del camión de la basura rompía el silencio. Al llegar a la calle de la fábrica, notó algo distinto. Llevaba tanto tiempo recorriendo ese camino que conocía cada adoquín, cada piedra, cada farola… Y allí, bajo el banco de la parada del autobús, alguien había dibujado una silueta con tiza.

Frunció el ceño, extrañada. Se acercó para observarla mejor. No era un dibujo muy logrado, nadie más la habría reconocido. Pero ella sí. Llevaba un traje gris oscuro, el mismo que usó el primer día en la fábrica. El cabello negro le caía sobre los hombros y sostenía un libro abierto. Estaba leyendo, sentada en una mecedora idéntica a la suya: la mecedora de los sueños rotos.

Perpleja ante algo tan absurdo como inquietante, se quedó de pie recordando aquel primer día: el cabello suelto, la bata en la mano, los tacones firmes sobre la acera, y la mirada coqueta que lanzaba a los escaparates. Entonces aún se sentía atractiva; caminaba con paso seguro y gestos elegantes.

El chirrido del camión de la basura la devolvió a la realidad. Volvió a caminar, esta vez con pasos lentos y cansados. Lisa ya no era joven ni hermosa. Sus ojos, sus manos y sus huesos estaban agotados.

La jornada fue más larga y tediosa de lo habitual. No podía dejar de pensar en el dibujo y en todos los recuerdos que había despertado. Cuando llegó al apartamento por primera vez, pensó que aquel lugar era temporal. Soñaba con un trabajo mejor, una pareja, una casa con niños. Con el tiempo empezó a detestar su empleo, la bata azul que debía ponerse cada mañana, y aquel apartamento diminuto que parecía pensado para dos personas. Al principio, había en su dormitorio una enorme cama matrimonial con dos mesitas de noche. Se deshizo de todo. En su lugar colocó una cama individual, un escritorio y tres estanterías. En ellas estaban los únicos amigos que le quedaban: Johanna Lindsey, Janet Chapman, Sherrilyn Kenyon.

Esa noche, Lisa no logró conciliar el sueño. Finalmente se levantó y se sentó en la mecedora. Hacía tiempo que se había prometido no dormir más allí: sus huesos ya no aguantaban la postura. Se dijo que volvería a la cama antes de quedarse dormida. Pero se balanceó mientras miraba la luna, como tantas veces antes.

En el pasado, solía leer novelas románticas en esa mecedora hasta dormirse, soñando que era ella la protagonista. Ningún sobresalto alteraba aquellos momentos de felicidad… salvo el estruendo del camión de la basura, que la devolvía, cruelmente, a la realidad.

A la mañana siguiente, con el cuerpo dolorido, se maldijo por haber roto su promesa. Fue al baño y, al regresar para vestirse, notó que la bata no estaba colgada en su lugar habitual. “Lo que faltaba”, pensó. La buscó con fastidio hasta encontrarla sobre la mecedora. Se la puso con gesto molesto. El día no había empezado bien.

Al llegar a la parada, encontró un nuevo dibujo. Esta vez, su imagen era más precisa: el libro reposaba sobre su regazo, los ojos cerrados, el cabello con mechones blancos. Llevaba puesto el pijama. Parecía dormida. Lisa sintió que algo se le clavaba en el pecho. Las lágrimas acudieron a sus ojos, pero justo entonces oyó el chirrido del camión. Se ruborizó, contuvo el llanto y apretó el paso. Al llegar al cruce, el camión se detuvo para dejarla pasar. El conductor, como siempre, saludó con la mano, y ella respondió con un nudo en el pecho.

Aquella tarde, pidió salir antes del trabajo por un fuerte dolor de cabeza. Se repetía una y otra vez las mismas preguntas: ¿Quién la estaba martirizando? ¿Quién era capaz de hacer algo así? No tenía enemigos… ni amigos. Solo algunos conocidos y los autores de sus libros. Ellos sí la habían acompañado. El pensamiento la hundió aún más. Apretó el paso mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. Pensaba en cuántas veces se había dormido así, tal como la mostraba el dibujo, sin más compañía que personajes de papel.

Esa noche tampoco pudo dormir. Caminaba en círculos por el salón preguntándose si debía acudir a la policía. Pero… ¿Qué les iba a decir? ¿Qué alguien la dibujaba en la calle con tiza?

El ruido del camión de la basura la sacó de sus cavilaciones. Se sentó frente a la ventana. Necesitaba calmarse. Observó, hipnotizada, cómo los hombres hacían su trabajo mecánico: bajaban del camión, enganchaban los contenedores, los volcaban… y desaparecían. El único rastro que quedaba era el hedor de la basura. Igual que ellos, igual que el camión, igual que sus sueños. Lisa cayó rendida y se durmió profundamente.


Pero a diferencia de las noches que Lisa se había quedado dormida en aquella mecedora; esa noche no soñó con ninguna historia de amor, si no que fue transportada a un lugar todavía más lejano, un lugar donde para ella los cuentos de hadas y dragones todavía eran reales. Un lugar donde la televisión se veía en blanco y negro porque las imágenes en color todavía no habían llegado. Un lugar donde aquellos hombre eran "super-héroes" y no basureros. Su infancia...
"Llegaban en un camión que en aquel entonces a ella le parecía enorme. un camión todopoderoso, un super-camión del que salían unos brazos de hierro con los que cogían los contenedores enemigos y los alzaban en el aire mientras emitían ruidos terroríficos y estridentes, y un olor a podrido impregnaba la cálida noche de verano mientras el super-camión engullía toda la basura, la masticaba , y se la tragaba. Lisa y todos los niños del barrio aplaudían ante este gesto: el super-camión había ganado y vencido a los contenedores enemigos que volvía a dejar en el  mismo lugar una vez vaciados, los super-héroes subían en su máquina, decían adiós con la mano, y tanto Lisa como los demás dejaban de aplaudir para despedirse de ellos de igual manera. Entonces llegaba lo mejor; todos corrían tras el super-camión hasta que llegaba al siguiente contenedor, donde todos se quedaban allí de pie porque tenían prohibido alejarse demasiado del vecindario. Y con las manos apoyadas en las rodillas y respirando entre jadeos a causa del esfuerzo de correr, Lisa veía como los super-héroes volvían ha hacer lo mismo con los otros contenedores. Después, el camión se iba haciendo cada vez más pequeño mientras se alejaba. Peo eso no importaba, porque al día siguiente en el mismo lugar y a la misma hora, los "super-héroes" volverían a derrotar de nuevo a los contenedores enemigos.

    Aquella mañana cuando Lisa llegó a la la calle de la fábrica vio que el retrato no era en mismo; su cabello era blanco, vestía la bata azul marino, pero la mecedora no estaba; ella estaba de pie. ¿Quién la estaba espiando? O mejor dicho...¿Quién la había espiado durante tantos años? Prosiguió su camino pensando que quien quiera que fuese conocía bien sus costumbres. Ningún pensamiento perturbó su mente durante aquella mañana, sino una cierta curiosidad por saber como acababa aquella historia. Quien quiera que fuese la persona que la espiaba era buena observadora, pues conocía sus gustos, su quehaceres y hasta los detalles de su rostro. Decidida se dirigió al lugar donde alguien la dibujaba convencida de que ese alguien intentaba decirle algo. Pero el dibujo ya no estaba. Alguien había hecho en el asfalto una buena labor de limpieza. 

    Por la tarde Lisa quiso romper su rutina y al pasar por el supermercado compró una botella de vino. Al llegar a casa se sentó en la mecedora de los sueños rotos. Ningún pensamiento nublaba su mente aquella noche, sino que se encontraba en un estado de paz inigualable. Como todos los días, Lisa escuchó el lejano ruido del camión de la basura que se acercaba al callejón. Su cuerpo no se inmutó, ni tan siquiera su rostro movió ni un solo músculo. Pero sus pupilas brillaron sonriendo cuando tras el cristal de la ventana vio llegar el camión de a basura con sus luces intermitentes, sus ruidos y sus olores, que ya no eran ni tan estridentes, ni tan amargos. Los tiempos habían cambiado incluso para las máquinas, y ahora las hacían más silenciosas.
    Entonces los hombres bajaron del camión y mientras Lisa miraba como los trabajadores hacían su rutina nocturna al igual que todas las noches. Las lágrimas salieron de sus ojos con la fuerza de un volcán reprimido durante mucho tiempo que por fin llega a su erupción, y rápidamente se deslizaron por sus mejillas sintiendo en su rostro el frío y a la vez la calidez de estas, lloró lo que jamás hubo llorado y mientras lo hizo dejó que sus suspiros expulsaran todo lo que había mantenido en silencio, porque su cuerpo, sus sentidos, y su sistema inmunitario nunca la dejaron mostrar, ni tan siquiera una pizca de cuanto guardaba en su interior. Y mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas, supo que ya no estaba sola. Que, de alguna forma, alguien la había visto, la había entendido. Y por primera vez en mucho tiempo… sonrió.
Cuando terminó de llorar no sabía cuanto tiempo había concurrido desde que el hombre, antes de continuar con su rutina nocturna, había dejado un libro entre los contenedores y se había despedido de ella con la mano como hacía todos los días cuando se cruzaba con ella por las mañanas Y había dejado de hacer en su rutina nocturna, porque Lisa había dejado de sentarse en la ventana desde hacía mucho tiempo. Tras secarse las lágrimas del rostro con las palmas de las manos, cogió la copa de vino, sorbió despacio todo su contenido intentando recuperar la compostura, y se dirigió a la calle para recuperar el libro del suelo.
Entró de nuevo en casa, se sirvió otra copa de vino y se sentó en la mecedora con el libro en la mano.
Se sorprendió al ver el artesanal trabajo que el hombre con meticulosa paciencia había creado, el libro era un manuscrito de impecable caligrafía y sus hojas estaban cosidas a mano. Volvió a cerrar el libro para estudiarlo: "Viejas historias de amor" se titulaba , y apenas se notaba que estaba manipulado; las tapas eran de cartón fino revestido con tela de color carmesí, donde el título estaba pintado a tempera de color oro. Abrió el libro y empezó a leerlo curiosa. "Cada mañana, Lisa se levantaba..."

    La lectura del libro la mantuvo despierta durante toda la noche, estaba casi amaneciendo cuando Lisa cerró el libro y se dio cuenta de que le costaba respirar a causa de las lágrimas. Apuró la última copa de vino y se levantó de la mecedora para recoger sus cosas.
Estaba terminando de hacer los quehaceres domésticos cuando los primeros rayos del sol entraron por la ventana. Todavía con el pijama puesto se sentó en la mecedora y empezó a balancearse mientras sonreía al pensar, que en tantos años era la primera vez que no acudía al trabajo, pero la lectura de esas historias le habían ocupado toda la noche.
Al principio todas las historias comenzaban de la misma manera: "Cada mañana, Lisa se despertaba antes de que saliera el sol para ir a trabajar...", pero después no continuaban igual. En las primeras historias del libro, ella era elegante, y su cabello era tan oscuro como la media noche. En las siguientes, las canas iban tiñendo su pelo, el brillo de su mirada iba desapareciendo, su figura ya no era esbelta...Eran veinte historias de amor que la describían a ella, narraban las costumbres que había ido adquiriendo, y al mismo tiempo mostraban como había cambiado su aspecto y su vida. Quien las había escrito conocía bien su vida con detalles. pero cada historia tenía un giro inesperado que no tenía que ver con ella: a la salida del trabajo, en cada historia, ella conocía a alguien de quien se enamoraba. Eran veinte historias con veinte maneras diferentes de como ella conocía al amor de su vida. Con un desenlace como los que leía ella en su juventud sentada en aquella mecedora. un final como el de los cuentos de hadas y princesas donde al fin se casaban y vivían felices. Pero a Lisa la historia que más le conmovió fue la última; ya no tenían tiempo de tener hijos, de casarse, de enamorarse..., ya no necesitaban mudarse a una casa más grande para ser felices, hacerse promesas de amor, o bailar la suave danza de la seducción. No cabía en la historia los celos o las discrepancias insignificantes de la convivencia. solo se tenían el uno al otro y las ganas de encontrarse.
Lisa se levantó de la vieja mecedora, cogió sus maletas y salió a la calle.
todavía era muy temprano y tan solo unos cuantos peatones caminaban por las aceras. El único ruido que se oía a lo lejos era el de el camión de la basura que se acercaba.
Lisa dejó el equipaje en el suelo y todavía con el pijama puesto dio un paso al frente.
El conductor del camión ni siquiera paró el motor del vehículo, sino que lo estacionó en el medio de la calle. se apeó y se encamino en dirección a Lisa que a su vez se dirigió a él. No les hizo falta decir ni una sola palabra. sus cuerpos quedaron pegados en un abrazo de infinita ternura y sus rostros humedecidos a causa de las lágrimas se buscaron para darse consuelo. sus miradas ya se conocían, pues se habían cruzado infinidad de veces y ya habían visto y observado todo cuanto tenían que ver el uno del oro. Así que sus labios quedaron mudos en un beso sin necesidad de darse explicaciones ni tampoco de la pasión. Pues tenían el tiempo suficiente para sentir la llama del amor y el deseo del uno por el otro.
No tenían ninguna prisa, pues tenían en sus manos todo el tiempo del mundo que les quedaba de vida para estar juntos.
 Ahora solo buscaban la calma, la tranquilidad y la paz; con la misma infinita paciencia que les había llevado a encontrarse. 

Relato publicado en 2014 bajo el nombre: Un día Cualquiera en :LETARGO: Relatos Inquietos. de Vanessa Sánchez soriano - Libros en Google Play
En 2024 publicado bajo el nombre La Mecedora de los Sueños Rotos en: RELATOS de Vanessa Sánchez Soriano - Libros en Google Play



lunes, 8 de mayo de 2023

DE MAYOR QUIERO SER…



–Adrián, ¿Qué quieres ser de mayor?–le preguntó su padre mientras le daba migas de pan de las sobras del bocadillo de Adrián a las palomas del parque. 

Adrián levantó la cabeza y sus grandes ojos verdes pasaron de mirar las piedras del suelo con las que intentaba construir un castillo a mirar el joven rostro de su padre. Tenía la cara sonrojada a causa del frio de aquella tarde de otoño. 

–Seré constructor–su sonrisa desveló que le faltaba uno de sus dientes de leche–, constructor de castillos. –Y señaló las piedras que había amontonado en el suelo, pero desafortunadamente sopló una ráfaga de viento que las tumbó. El rostro de Adrián se puso serio por un momento pero enseguida su mirada se volvió traviesa, lo que quería decir que por su cabeza pasaba una nueva idea. Se levantó del suelo y empezó a correr rápidamente alrededor del parque imitando la sirena de los coches de policía. 

–Ni, no, ni, no...–chillaba–… ni, no, ni, no... voy a ser policía. Y perseguiré a los Ladrones, ni, no, ni, no, y los meteré en la cárcel.

Pero tras cuatro carreras se dejó caer en el banco junto a su padre agotado. 

- Sabes papá...–le dijo fatigado–... creo que no voy a ser policía...–tomó una bocanada de aire–... es demasiado pesado.

Su padre lo miró y le preguntó de nuevo.

–Entonces... ¿Qué vas a ser?

–Seré bombero. 

– ¿No te asusta el fuego?–le dijo lanzando una miga de pan a lo lejos–. Te puedes Quemar.

–Es verdad. –Contestó Adrián frunciendo las cejas.

–Seré...–se quedó pensativo un momento– ¡Ya lo tengo! Se levantó del banco de un salto y empezó a imitar los movimientos de los toreros.

–Me encantan los toros, –dijo alegremente– ¡Seré torero!

 – ¿Y si te pilla el toro?

 –No me pillará. –contestó muy seguro de sí mismo imitando los movimientos de los toreros. 

Un niño algo más pequeño que él estaba jugando en el parque y lo vio, sin pensárselo dos veces se colocó las manos en la cabeza a modo de cuernos y envistió contra él. Adrián que no lo había visto venir cayó al suelo de bruces. 

–Valla–dijo su padre tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse–de haber sido un toro de verdad te hubiera pillado. 

Esta vez Adrián sí que se puso muy triste, no podía ser nada de lo que él quería. Miró a su padre y le pidió que se fueran a casa. 

Esa noche a Adrián le costó mucho dormirse, pensando en que podía ser de mayor. Cuando por fin se durmió soñó que era un súper–héroe y salvaba la ciudad, también que era un intrépido pirata y encontraba miles de tesoros, era un príncipe que mataba a un dragón que tenía a una princesa prisionera...

–Adrián, ¿Qué quieres ser de mayor?–le preguntó su padre. Pero esta vez no era él quién le daba de comer a las palomas del parque las sobras del bocadillo de Adrián. Su padre estaba sentado en una silla de ruedas mientras Adrián lanzaba los restos del sándwich que había preparado para él al suelo del parque. Su padre tenía alzhéimer, se lo habían diagnosticado hacía apenas dos años, pero aquel veneno corría por su sistema nervioso a la velocidad del rayo, penetrando en su cerebro y atacando a sus neuronas. Adrián lo miró con nostalgia, su pelo blanco marcaba el paso de los años, las arrugas de su rostro irradiaban una paz absoluta. Sus ojos verdes miraban al vacío, pero Adrián Noto esa chispa de vida en ellos. Esa mirada llena de alegría cuando recordaba algo importante.

–Adrián, ¿Qué quieres ser de mayor?–le volvió a preguntar. 

–Seré constructor. –le contestó él recordando aquella tarde en el parque hacía más de treinta años. Su padre sonrió. 

–Policía, bombero, torero...–una lágrima rodó por la mejilla de Adrián–… Superhéroe, pirata, o un príncipe azul...

Mientras seguía mirando al vacío, esa chispa en sus ojos iba desapareciendo. Pronto olvidaría aquel día en el parque que estaba recordando, pronto olvidaría aquella misma conversación. 

–Llevo años siendo escritor padre. –terminó diciendo mientras sentía la cálida mano de su padre en sus mejillas limpiándole las lágrimas como si aún tuviese siete años. 

–Bien hijo, –le contestó mientras sus neuronas batallaban con su enfermedad–veo que por fin lo has entendido.

QUERIDO DIARIO:


Estoy sentado en la terraza de un café de Castellón, veo pasar el tráfico lenta y bulliciosamente debido a la gran saturación de vehículos a pesar de estar en el mes de Agosto. La gente camina deprisa por las aceras como si llegasen tarde a algún sitio. Los jóvenes ya no escuchan música, si no que miran lentamente la pantalla de su teléfono móvil. 

Lo cierto es que esta ciudad ya no se parece mucho a la que mis padres me hicieron abandonar por motivos económicos para vivir en el extranjero. 

Ahora estaré aquí de vacaciones unos cuantos días más; en una suite de lujo, nada comparado con la casa dónde me críe con mi familia. 

Ayer me ocurrió algo muy peculiar; estaba aquí, sentado en esta misma silla tomándome un café como el que acabo de terminar, cuando un desconocido se acercó a mí. Al principio no lo conocí, pero tras presentarse recordé a Miguel, el capitán del equipo de futbol y delegado de clase. A pesar de ser el típico chico popular del colegio, era un buen chaval. Compartimos el pupitre en clase durante unos meses y nos hicimos bastante amigos; también jugábamos a futbol en el recreo, y en innumerables ocasiones me invitó a merendar a su casa. Tenía una casa preciosa, muebles de diseño, ventanales que mostraban la belleza de la ciudad…Recuerdo que el día que estuve allí pensé que en esa casa podrían caber cinco familias como la mía. 

Recuerdo a su madre en la cocina preparando unos sándwiches. Rubia y guapa como Miguel. Seguramente tendría un buen trabajo además de un alto cargo en una empresa, porque se sentía muy segura de sí misma. El padre debía ser ejecutivo o algo así porque siempre iba vestido con traje chaqueta y llevaba un maletín en la mano. Eran la pareja perfecta y la familia perfecta.

 A veces le envidiaba, y luchaba contra ese sentimiento todo lo que podía. La diferencia entre ambos era notable; él siempre sacaba buenas notas, también era mejor jugando al futbol, y algunas veces las chicas de clase venían a verlo jugar, hecho que a mí nunca me ocurrió. También era buena persona; no criticaba ni tenía palabras duras. Siempre me hacía reír. A veces le envidiaba y luchaba contra ese sentimiento todo lo que podía. Ahora, después de quince años, me he sorprendido al encontrarme con un hombre tímido e inseguro, sin un trabajo estable, sin familia… Entonces lo he recordado todo. Pero no con la mente de un niño, sino con la de un adulto. 

Aquellas tardes en su casa… su padre siempre sonriendo pero con prisa, nunca fue a verlo jugar ningún partido de futbol. Su madre tampoco lo hizo, siempre se encontraba cansada. Su casa siempre olía a perfume de vainilla, nunca al puchero que hacía mi madre o a las riquísimas tejas al horno. Jamás vi platos por fregar en el fregadero, bolsas de comida para llevar inundaban la cocina. No había libros usados ni juegos de mesa deteriorados por su uso. Allí todo era nuevo. En el baño no había revistas por el suelo como en mi casa, ni ropa sucia ni juguetes por el suelo. Si no una estantería repleta de medicamentos; ansiolíticos, estimulantes, antidepresivos, anfetaminas, diazepanes, opiáceos…Todo un paraíso artificial de tranquilidad y paciencia. Todo un festival de alegría forzada y energía.
 

AMANTE SECRETO. (Relato Ganador de la Antología "BecaACVF")













Dani llegó al hotel a las seis en punto. Antes, desde la oficina había telefoneado a su mujer para advertirle de que no regresaría a tiempo para la cena a causa de una reunión de trabajo inesperada. Isabel se había mostrado como venía haciendo desde hacía un mes, distante, gracias a Dios. Posiblemente ni tan siquiera llegaría a tiempo para la lectura del pequeño Daniel, Pulgarcito, recordó que le había prometido la noche anterior.
Tras dar su nombre a la recepcionista esta le entregó las llaves de una suite y Dani se encaminó a ella.
Mientras subía en el ascensor pensaba que todo podía ser una trampa... una broma pesada. Pero la pasión que habían despertado aquellos e-mails en su ordenador desde hacía un mes era como una bomba en su pecho. Por fin iba a conocer a aquella mujer.
Introdujo la llave en la cerradura, empujó la puerta y entró en la habitación. A sus ojos le costaron algunos segundos hacerse a la oscuridad... Allí estaba. De pie, junto a la ventana, de espaldas a él; un fino camisón cubría su cuerpo y al trasluz de las difusas sombras podía ver su piel desnuda. Olía a especies y a sexo; llevaba el cabello recogido y Dani sintió una punzada de dolor en su entrepierna al imaginarse desatando esos mechones y enredándolos entre sus dedos. Cerró la puerta y dio un paso adelante:
–... ¿Quién eres?-preguntó.
–Desnúdate...–contestó ella.





EL AMOR Y LA LOCURA. (Relatos)





 La mujer dio un paso al frente y siguió adelante.

Cruzaba la frontera. Los límites de su país. de su vida; de su historia; de sus raíces. Pero no de su familia.

Porque no tenía familia.

Y en el mismo aeropuerto, con las maletas en la mano, entre el bullicio de gente..., estaba sola.

Más sola de lo que jamás hubo estado.

Dejaba atrás su vida, su trabajo, y a su hijo.

su hijo; lo único que le quedaba, pero que ya era independiente.

Lo había criado y había luchado por sacarlo adelante durante más de veinticinco años. Sola. Siempre sola. Ahora llevaba dos meses sin verlo, desde que él se había marchado con su pareja a vivir. "Novia". La llamaba él. Y ni siquiera sabía de la enfermedad que se apoderaba de ella. Por eso se iba. Ya no podía luchar más. No podía luchar contra los fantasmas que no existían. "Cáncer": le había dicho el médico que se llamaba su enfermedad. "¿Cancer?" o locura, se preguntaba ella.

Y allí de pie. Mientras se preguntaba si alguien la echaría de menos, un señor de piel oscura y cabello oscuro llamó su atención. Ella siguió meditando sobre su vida, demasiado corta, demasiado rápida, y demasiadas historias que contar. 

Un pasado oscuro inundado de rayos de luz. Pero en el fondo solo era eso: oscuridad. Ya no le quedaba nada, ni siquiera lágrimas. Cerró los ojos y suspiró, y al hacerlo se dio cuenta de que la figura de ese hombre se había quedado grabada en su mente a cincel. Entonces todo su sistema inmunitario tembló. ¿Qué era eso? Parecía un sentimiento pero nunca lo había sentido antes, o tal vez no lo recordaba. O tal vez estaba en lo cierto y su enfermedad incurable se había apoderado de su mente llevándola hacía la locura. ¿el cancer se había extendido tanto que sentía pinchazos en su estomago que llegaban a su corazón? Imposible. Pensó. Una alarma saltó en su interior; quién era ese hombre y porque de repente sentía unas inmensas ganas de vivir aunque sólo fuese un día? Ni siquiera le dio tiempo a contestar a sus preguntas porque el desconocido la miró, y cuando sus miradas se cruzaron su corazón que creía muero empezó a latir con fuerza. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué su cuerpo inmune a todo sentimiento podía sentir? Y entonces recordó ese sentimiento llamado AMOR.

Relato Publicado en: Relatos. (Relatos Morales) eBook : Vanessa: Amazon.es: Tienda Kindle



sábado, 6 de mayo de 2023

SE LLAMABA LAURA.(Relatos)

Se llamaba Laura y esa misma noche cumplía dieciocho años. No contaba ya con volver a encontrarse con "el", pero aquella noche, contra todo pronostico, lo encontró.
Le gustaba estudiar, siempre sacaba las mejores notas, sobre todo en historia. En su antiguo Instituto daba clases de historia a algunos alumnos, y así lo conoció. Le encantaba la historia y soñaba con ser profesora algún día. Pensaba que su misión en a vida era enseñar y contaba con varios blogs donde explicaba lo que aprendía en el Instituto; sobre todo historia y literatura, además de poemas y cuentos. Pero había dejado de escribir en esos blogs por "él".
Pese a todo Laura siempre era optimista y feliz. Pensaba que las cosas siempre suceden por una razón e intentaba mirar la situación del lado positivo. 
Sus padres habían tenido que vender la casa de manera rápida, la casa donde ella nació, pero ahora se reunían una vez al mes con los vecinos del nuevo barrio y organizaban una pequeña fiesta con barbacoa. Algo que antes no hacían, así que se habían adaptado bien al nuevo barrio. Su padre tenía otro trabajo, pero no se quejaba ni trabajaba tanto como antes. Y ella...
Ella aunque hubiera tenido que cerrar todas sus páginas de Internet, hubiera tenido que dejar de dar repaso porque sus padres se lo habían prohibido, y no pudiera contactar con ninguno de sus antiguos amigos; se había adaptado muy bien a su nuevo Instituto. Tenía dos amigas que esa tarde fueron a su casa con invitaciones para el cine porque era su cumpleaños. Después de ver la pelicula cenaron en un restaurante japones y poco más tarde se fueron a casa entre risas . Laura se había despedido de ellas dos manzanas antes y caminaba tranquilamente como un año antes no lo podía hacer. Hace un año Laura no era capaz de salir sola a la calle, su madre la llamaba cada veinte minutos aunque estuviera en clase y ella tenía que contestar lo antes posible para tranquilizarla.
Laura iba pensando en todo esto y en la paz que estaba consiguiendo día a día, tanto ella como su familia, cuando... al girar la esquina, contra todo pronostico, el estaba allí. Mirandola fijamente. Entonces dejó de pensar, y en tan solo tres milésimas de segundo pasaron por su mente todos sus sueños y su corta y maravillosa vida. Su mundo se derrumbó mientras él la miraba desde aquella pared descorchada. ¿Cómo podía estar sucediendo esto? Jamás hubiese imaginado que "él "estaría allí. Entonces pensó que a veces las cosas suceden por una razón en la vida, y otras suceden porque si.
Y así sucedió: "él" unió el cuchillo en su cuerpo hasta quince veces porque si.


LAS SOMBRAS (Relatos)

 

Voy a contar mi historia y la de muchas otras personas.
No es nada fácil huir de las sombras. Perdón, creo que me estoy adelantando a los acontecimientos.
Mi nombre es...,mejor no lo digo; sólo voy a contar lo más relevante para esta historia.
Lo cierto es que me han llamado loca, histérica, solitaria, mentirosa, etc...,etc...,etc...
Hace mucho tiempo que conozco la existencia de las sombras; invisibles, traslucidas, inexistentes...
Les he hablado de ellas a muchas personas de mi entorno y algunas me aseguran que las sombras solo existen en mi imaginación, en mis pensamientos, en mis temores... Hay otra parte de esas personas ya sabéis lo que piensan de mi (loca, histérica -válgame la redundancia-).
Pero estoy segura de que no soy el único ser humano que conoce la existencia de las sombras. Puedo sentirlo con tan solo mirar fijamente a una persona a los ojos, puedo notar su miedo, oler su frustración, y hasta escuchar su silencio...
Las sombras pueden aparecer en cualquier lugar; hasta en las redes sociales. No puedo verlas, pero sé que están ahí observándome, controlándome, acosándome... , juegan al escondite con migo porque saben que son transparentes, incorpóreas, corrosivas. Disimulan ser bondadosas y amables; han aprendido a mentir hasta con la mirada. Y finalmente, ganan el juego con trampas y patrañas.
Puedo notar las frente a mi casa, cerca de mi lugar de trabajo, en el supermercado...Algunas se disfrazan en ocasiones para que no pueda verlas, estas son las más tímidas y endebles porque todavía son jóvenes. Las otras son mucho peor; llevan años persiguiéndome, acosándome, intimidándome.
Son listas y malvadas, pasan fugazmente por mi lado cuando más tranquila estoy, cuando más segura me siento, cuando ya ni me acuerdo de ellas. Y entonces pienso..., me miento..., y me autoconvenzo diciéndome que todo está bien. Que no tengo de que preocuparme, que que solo es mi imaginación tal y como afirman algunas personas. Pero en el fondo de mis pensamientos se enciende una voz de alarma que me dice que algo no está bien, que algo me amenaza, algo oculto, recóndito, imaginario...,algo que no existe, pero está ahí.
Estas son las peores: las que desaparecen durante un tiempo de mi zona de confort, pero es solo eso: un tiempo. Como si quisieran darme un espacio para respirar. Pero lo que hacen es tomar distancia para coger carrerilla y volver con más fuerza. Son demasiado listas y malvadas. Vuelven una y otra vez a derrumbar mi vida y la zona de confort que creo tener en algunas ocasiones, a asfixiarme, a ahogarme, a poner de nuevo todos mis sentidos en estado de alerta...
Mi corazón empieza a latir con fuerza a causa del miedo y este da paso a la ansiedad. Siento que me falta el aire para respirar,; noto que pierdo el equilibrio a causa de un mareo persistente y el temblor de piernas que intento disimular por todos los medios, pero no puedo. ¡Están ahí! Pasan furtivamente por mi lado o simplemente me están observando desde algún lugar mientras en mi cabeza el mundo real deja de existir por unas milésimas de segundo y sólo estamos la sombra y yo.
Se me hace un nudo en la garganta mientras todo lo que me rodea va pasando despacio a su estado normal, todo menos mis sentidos ;el corazón sigue latiendo a un ritmo demasiado acelerado y sus latidos son lo único que puedo escuchar: a mi alrededor todo ocurre a cámara lenta; se que el mundo sigue dando vueltas, pero mi vista esta nublada provocando un efecto túnel donde lo único que puedo observar es el lugar donde esta la sombra o donde no está.
Sé que lo que provoca que me ocurra todo esto no es otra cosa que mi miso sistema inmunitario poniéndome alerta de un peligro. Se me hace un nudo en la garganta: disimulo y hago como que no la veo o como que no se donde se esconde; los nervios a flor de piel ¡la sombra sigue ahí! Con manos temblorosas busco el teléfono móvil en algún rincón de mi bolso. Intento calmarme porque sé que si no lo hago la sombra de dará cuenta del miedo que siento y se hará más grande y fuerte. También porque sé que si pierdo el poco sentido común que me queda no lograré encontrar el maldito teléfono -la sombra se da cuenta de que se que está ahí-.Por fin logro encontrar el móvil y marcó el número de emergencias. Al otro lado de la línea una voz empieza ha hacerme preguntas, pero las únicas palabras que pueden emitir mis cuerdas vocales son: "Está aquí"., la voz sigue haciéndome preguntas que dejo sin responder a causa del estado de shock en el que me encuentro...
Se que una llamada a emergencias no va a salvarme de las sombras, o tal vez sí: mientras la voz al otro lado de la línea me habla, me hace recordar que no estoy sola, me hace sentir un poco más segura. Y aunque sólo sea un poco es suficiente para que la sombra se dé cuenta de ello y se vuelva más pequeñas esconda, o decida retirarse otra vez.
Convivir con las sombras no es fácil. Coartan mi libertad; en ocasiones me cruzo con ellas cuando voy al trabajo. Me obligan a cambiar rutinas para alejarme de ellas, para sentirme un poco más segura, para creer que no existen. Pero todo es cuestión de tiempo, siempre me encuentran, saben dónde voy, dónde estoy ,por donde paso..., nunca me podré acostumbrar a convivir con ellas. Siempre tendré que gastar dinero en seguridad, dejar de hacer cosas que son necesarias, y dejar de hacer cosas que me gusta hacer.
A veces pienso en lo que pasaría si una de las sombras me atrapase en un lugar oscuro, donde nadie pudiera vernos ni escuchar mis gritos de auxilio. En un lugar del que no pudiera escapar.
Pienso en el duro entrenamiento de boxeo que práctico, en las armas que escondo bajo mi ropa, tan acostumbrada a ellas como si fuesen una extensión de mi piel. Pero sé que todo esto no me serviría de nada si una de las sombras me atrapa. Y me imagino estrangulada, cortada en trocitos, quemada en una barbacoa o arrojada al mar o a cualquier otro lugar. Y me entra el pánico, el miedo, y de nuevo la ansiedad...
En ocasiones pienso en todas esas mujeres que viven atadas a las sombras, aferradas a su cuerpo inerte, y creo que lo hacen bien porque han sido engañadas por las sombras, o, porque han creado un vínculo emocional con alguna de ellas, o ambas cosas a la vez. Y me pregunto que es lo que pasaría si yo hiciese lo mismo, si así será más fácil, si las demás sombras dejarían de perseguirme; lo dudo.
Veo como todas esas mujeres sonríen al mundo como si no pasará nada, pero yo sé que no es cierto; la sonrisa solo es una máscara que oculta su miedo y sufrimiento. Solo las personas que podemos ver a las sombras podemos ver más allá y reconocer ese dolor y amargura disfrazado de alegría. Ese estado de no poder más, como la ola que choca contra la roca y la va desgastando, hasta que la roca ya no puede aguantar más mareas y se parte por la mitad como un melón maduro.
Así es como veo yo a esas personas. Viven presas del miedo de hablar de su propio miedo, de hablar de las sombras, porque saben que si lo hacen estas se pueden enfadar. Además saben que si lo hacen una parte de la sociedad las llamará locas, histéricas, chismosas, y muchos adjetivos más. Y serán engullida por la humillación.
Y es esa misma sociedad, ingenuamente; cuando el nombre de esas personas pasa a engordar el listado de "personas muertas por violencia doméstica" se preguntarán como ha podido suceder tal barbaridad. Y la vida continuará para los demás..., quizás algún amigo o amiga las recuerde algún día, o algún familiar cercano valla al cementerio a depositar flores junto a su lápida de vez en cuando.
Pero en poco tiempo la sociedad y el sistema se habrá olvidado de ellas y otras ocuparán su lugar para que ignorantemente, sigan llamándolas locas, histéricas, dementes...- y perdón por la redundancia otra vez-."cada día en el mundo muchas mujeres son asesinadas en manos de quienes tanto decían quererlas". y peor que esto es que: "cada día , en el mundo, muchas mujeres son asesinadas en manos de un desconocido"